Durante toda la vida, el sistema inmunitario ha sido nuestro guardián silencioso: es el encargado de detectar virus, de eliminar células infectadas, de combatir tumores y de evitar que cualquier amenaza interna o externa prospere en nuestro organismo. Sin embargo, las últimas investigaciones advierten sobre un giro inesperado en esta historia, ya que resulta que, conforme envejecemos, ese mismo sistema puede volverse contra nosotros.
No se trata del mero hecho de que el sistema inmunitario se debilite con el paso de los años, sino de que, en algunos casos, algunas partes de él permanecen 'demasiado jóvenes' y activas. Y, lejos de ser algo positivo para nosotros, puede desencadenar enfermedades autoinmunes e inflamación crónica; algo que cambian todo lo que creíamos saber sobre el envejecimiento inmunológico.
Tradicionalmente, se ha asumido que el envejecimiento conlleva una pérdida de capacidad inmunitaria. No es ninguna falacia: con la edad, nuestro sistema inmunológico va perdiendo cada vez más eficacia para combatir infecciones y detectar células anómalas, como las cancerosas. Pero hay mucho más en esta historia.
Un estudio liderado por el Instituto Stowers (una ONG que investiga el comportamiento de los organismos vivos en general), revela que el sistema inmune no solo se debilita, sino que también puede llegar a descontrolarse.
Proteínas que se activan por error
El sistema inmunitario funciona como una red de sensores ultrasensibles; hay una serie de proteínas especializadas dentro de las células inmunes que permanecen en estado de 'supersaturación', como si fueran baterías cargadas esperando una señal. Cuando llega la señal (por ejemplo, un virus), dichas proteínas se ensamblan rápidamente para desencadenar inflamación o incluso la muerte celular.
¿El problema? Que, conformen pasan los años, aumenta la probabilidad de que estas proteínas se activen por error. En una persona joven, las probabilidades de que esto suceda son ínfimas, pero en personas mayores, esta activación espontánea puede ser mucho más frecuente, generando inflamación sin causa real.
“La inflamación es una de las principales características de muchas enfermedades actualmente incurables (alzhéimer, párkinson, la mayoría de las enfermedades asociadas con el envejecimiento y algunos tipos de cáncer), pero comienza en las células individuales, afirmó Randal Halfmann, uno de los autores de la investigación publicada en la revista Nature Aging.
¿Y si el envejecimiento inmunológico es una adaptación evolutiva?
Lejos de ser solo un deterioro, algunos científicos están convencidos de que el envejecimiento del sistema inmunitario podría ser un mecanismo adaptativo. Al debilitarse, el sistema inmune también reduce el riesgo de atacar al propio cuerpo, ya que ya sea por mutaciones genéticas, glicación, infecciones crónicas u otros motivos, hay moléculas (nuevas) que el sistema inmunitario es incapaz de reconocer como propias y claro, no duda en lanzar un ataque contra ellas aunque se trate de tejidos danos. Por ello, contar con una respuesta inmunitaria más lenta podría ser una forma de prevenir estas actuaciones en las que el sistema inmune parece olvidarse de quién somos.
Hacia una inmunología personalizada
¿Qué podríamos hacer ante estos hallazgos? El futuro de la medicina inmunológica podría pasar por identificar qué personas tienen un sistema inmune 'anormalmente joven' y monitorearlas de cerca con la intención de anticiparse a la autoinmunidad antes de que aparezca y diseñar tratamientos que mantengan un equilibrio inmunológico acorde a la edad biológica del paciente.
“Si pudiéramos reducir la probabilidad de inflamación, quizás eliminando algunas de esas piezas del rompecabezas o modificándolas para que no se ensamblen, podríamos bloquear la inevitabilidad de la inflamación y, con el tiempo, desarrollar formas de desacelerar algunas de estas enfermedades”, concluyen los expertos.