Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

¿Dónde no hay cabeza… todo se vuelve rabo?

Sísifo | 26/09/2025 | 11:22

¿A los guindas no, pero al Tucán o a MC… “jo nous”?

Otra tormenta sacude al inédito ayuntamiento capitalino de las aguas cachondas. El último fantástico se defiende como gato boca arriba, aunque desde algún chalet —o quizá desde las inmediaciones de Woodlands, entre una carne asada y un berrinche—, ya debe estar mascullando los embates que arrecian cada día con más saña desde la finca vecina.

Nadie pone en duda la bonhomía del alcalde: ex chofer de combi, ex compañero de carrera en la 1, hombre de sonrisa fácil y palmada campechana al transeúnte. Pero esa calidez, tan efectiva en las ferias y los cruceros, no la ha aplicado con el mismo ímpetu en sus dos gestiones. Es como si a mitad del partido hubiera decidido que dirigir la capital era cosa de otros: él solo tenía que pasar lista y dejarle la libreta de tareas a quien de verdad manda.

El costo ha sido brutal. Político y administrativo: incertidumbre y parálisis estructural dignas de un manual de Cómo NO gobernar una ciudad media. Un gabinete desarticulado, sin proyecto, sin coordinación, sin liderazgo. La escena raya en lo grotesco: para cambiar un foco en el Palacio Municipal hay que pedir bendición al Palacio de Gobierno. Y claro, esa subordinación ha quedado registrada en los anales de la tragicomedia local.

No se trata de rebelarse ni de jugar a la independencia texana. Se trata de lo elemental: de encabezar el ayuntamiento que por ley le corresponde, de mostrar algo parecido a un rumbo. Pero nuestro alcalde parece víctima de su propia bonhomía, de una lealtad rayana en servilismo… o quizá de la comodidad de quien prefiere no meterse en problemas con la señora de al lado.

Y así llegamos al culebrón del momento: la destitución —o licencia, o renuncia, según la hora del boletín— del director de Reglamentos. El funcionario estrella que, entre clausuras y amagos contra antros, creyó que podía jugar a la grilla. La duda persiste: ¿de quién es pariente y quién lo apalancó? Porque esa área, por donde pasan permisos, clausuras y lubricantes varios, nunca ha sido inocente. Y cuando un titular de Reglamentos decide pegarle al avispero, tarde o temprano llega la factura.

Entra a cuadro “la patrona” del palacio de al lado. Hábil en el ajedrez político, pero con una relación áspera con la Federación. Y en este tramo final, esas tensiones se multiplicarán: pleitos electorales, aspirantes nerviosos, otros buscando saltar antes de que la marea los arrastre… y algunos rezando para que no les caigan responsabilidades legales. La antesala del fin de sexenio siempre es un teatro kabuki: cada quien baila distinto, pero todos con máscara.

Volviendo a la capital, el espectáculo recuerda al de Jesús María: alcaldes que no deciden nada y preguntan todo. Una generación de ediles fast food, moldeados por asesores de marketing que les vendieron el cuento de que el “branding” sustituye a gobernar. La Constitución dice que deben cumplir con el 115; ellos creen que basta con subir reels de TikTok inaugurando topes fluorescentes.

Así, el “gigante” permanece en campaña permanente, en proceso electoral infinito, mientras los que deberían gobernar están más ocupados buscando el siguiente brinco en la escalera. Todo, menos hacer su trabajo.

Y como cereza del pastel, la declaración de la gobernadora: “No entregaré el estado a Morena”. Como si Aguascalientes fuera hacienda heredada, finca de agave en usufructo personal, botín que se pasa en dote. Ese es el drama: nuestros gobernantes creen que son dueños de los estados, municipios y hasta de las banquetas. Y luego nos preguntamos por qué el sistema huele a feudo medieval con WiFi.

El mal no viene de fuera. El mal está aquí, entre nosotros, en esa clase política que por poder, impunidad y una migaja de gloria es capaz de firmar contrato con el mismísimo Lucifer.

Hasta aquí subió la roca.