Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

Jesús María: el municipio rico más pobre de Aguascalientes

Sísifo | 24/09/2025 | 11:26

Jesús María es el municipio que respira contradicciones. La tierra de chicahuales y brujas, donde las mansiones con alberca se asoman por encima de lotes baldíos, y donde la pobreza, la drogadicción y la inseguridad conviven con la presunción de “ciudad de vanguardia”. Un espejismo con presupuesto duplicado respecto a la capital —casi 10 mil pesos promedio para invertir por habitante contra apenas 5 mil en Aguascalientes—, pero con calles que parecen campos de batalla de la Revolución: polvorientas, sin luz, sin transporte y, sobre todo, sin futuro.

El dinero existe, pero se esfuma como agua en cántaro roto. El ayuntamiento opera con la elegancia de una hacienda colonial: el grupo político en turno administra como si el municipio fuera herencia de familia, usufructuando la nómina y la hacienda pública con la gracia de un virrey menor. Con alrededor de 800 empleados —sin contar al escuadrón de aviadores que, créame, ya lo quisiera Zelenski para hacer frente a Putin—, la administración se ha convertido en un costoso club privado.

Mientras tanto, la planeación urbana brilla por su ausencia. ¿Cómo aspirar a un ecosistema municipal moderno si la estrategia se limita a inflar nóminas, organizar fiestas de relumbrón y repartir contratos como baratijas? La coordinación con municipios conurbados es inexistente; cada quien juega su propio partido, y el resultado es un caos que se confunde con rutina.

El alcalde, eso sí, no se detiene: un trompo chillador que gira de evento en evento, de foto en foto, de viaje en viaje. Apenas ayer, luciéndose en el Senado para inaugurar una muestra de muebles de su terruño, como si los 128 legisladores fueran clientes potenciales de comedores chicahuales. La intención será buena, pero los muebles —respetables por tradición y esfuerzo— se enfrentan a la realidad: ni son accesibles para la mayoría, ni caben en las viviendas de interés social que se multiplican en Pabellón o Jesús María. Intente meter un ropero o comedor de hacienda en una casa de Infonavit o del Ivsop: necesitará una grúa y un milagro.

Mientras tanto, en el estado, empresas como Cantia exploran cómo competir con Ikea y adaptar diseños a los espacios reales de las familias mexicanas. ¿Por qué no tender un puente entre la tradición mueblera, las universidades de diseño y las constructoras locales? Pero aquí no hay visión estratégica, solo la arrogancia de confundir innovación con ocurrencia. Y en el manual político local, la ocurrencia es el único método.

El equipo de la actual administración de gobierno del estado y varios municipios es un poema involuntario: “cringe”, dirían los jóvenes. Cero planeación, cero coordinación, cero innovación. Ejemplo fresco: dos dependencias estatales organizando festivales cerveceros al mismo tiempo, peleándose la clientela como si fueran cantinas rivales en un barrio bravo. Así, ¿de qué modernidad o “gigantismo” hablamos?

Ojalá los gobernantes entendieran que las arcas municipales y estatales no son cotos de caza para contratar novias, novios, compadres, diputados y regidores con problemas de salud mental que rozan la interdicción. Pero no: prefieren seguir montando distracciones como la “temporada taurina de otoño”, espectáculo que agoniza. Las plazas se vacían, los boletos no se venden, y la fiesta brava se muere lentamente. El futuro no pide permiso: llega con nosotros, sin nosotros o a pesar de nosotros.Y sin duda sera gigante.

Hasta aquí subió la roca.