Buen casi fin de semana, estimados lectores. Semana corta de fiestas, pachangas y gritos quesque (sic) por celebrar o conmemorar la independencia de los gachupines de hace 500 años. Aunque, paradójicamente, en este lunar azul, pareciera que los pañueleros por no llamarles “puñeteros” que predican el “¡vive libre!” suspiran en secreto por un pasaporte comunitario que les dé pedigrí de descendientes de algún aventurero gallego, vasco o catalán. Porque sí, tristemente, con el cuento de la afición taurina, el flamenco de karaoke y las paellas domingueras, ya todos se sienten gachupines de pura cepa.
Por otro lado, lo irónico —y aquí la cosa se pone divertida— es que la historia siempre advierte: cuidado al escoger a tus enemigos, porque al final terminas pareciéndote demasiado a ellos. Y vaya que en nuestra tierra hidrocalida esa profecía se cumple al pie de la letra. Nuestro “congresito” (copyright Aldán) se ha convertido en una sucursal de oficialía de partes del consejero jurídico importado, que no se cree español —faltaba más— sino helénico, aunque su estilo de mando suene más a capataz de hacienda. Ayer mismo montaron otro aquelarre con la recomposición de bancadas: regresaron a unos cuantos al grupito raro que Arturo Ávila ayudó a inventar con tal de restarle poder al incómodo diputade Alférez. Resultado: una legislatura que ya superó en servilismo y opacidad a todas las anteriores. ¡Y miren que la vara estaba alta!
En lo del poder judicial, los panuchos locales no solo imitan a la 4T nacional, la superan, se inventan leyes de censura sin sentido, criminalizan a los medios como si fueran el INE de Taddei recetando datos “protegidos”. Empresarios hay que no dicen nada, no por convicción sino por miedo a perder los privilegios migajeros. En privado, confiesan que se sienten asfixiados: contratos y proveedores caen siempre en manos de forasteros, o de firmas que salieron de la nada con credencial de 2022 bajo el brazo. Algo así como los amparos, que los hijos pródigos de la 4T juran nunca haber pedido… pero versión azul hidrocálida. La olla está en la lumbre: cuando reviente, veremos cómo les va a los carniceros de hoy.
Mientras tanto, en el municipio capital, nuestro cachorro Leo —el alcalde bailador— anda feliz con la pista llena. Total, los baches, los colapsos en los servicios públicos y la basura acumulada pueden aguantar a que termine de danzar. Y el señor Simba, que a veces juega a ser secretario del ayuntamiento, anda ocupado en otra coreografía: posicionarse como heredero del cachorro. Por eso el despliegue obsceno de espectaculares por toda la ciudad, donde los cientos de miles de pesos invertidos parecen salir de una “caja oscura” que nunca se acaba.
Ojo: el INE ya prepara nuevas reglas de fiscalización y sanciones por actos anticipados de campaña. No olvidemos que a dos guindas les bajaron la candidatura a gobernador por no reportar menos de 25 mil pesos. Así que los adeptos a los espectaculares, deberían calmar el ansia y, mejor, ponerse a trabajar: nunca, bajo ninguna administración, se había sentido un abandono tan descarado de la ciudad y sus servicios públicos.
Y hablando de 2027… no se engañen: mientras Morena sueña con un “candidato outsider” que les salve la honra, el PAN ya hace fila con sus cachorros de pura sangre azul. Al final, azules y guindas se parecen tanto que podrían intercambiar spots de campaña sin que nadie lo notara. La verdadera pregunta es: ¿qué hará la ciudadanía cuando descubra que, aquí en Aguascalientes, el espejo no distingue entre azul y guinda?
Hasta aquí subió la roca.
