Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

La oposición mexa incel y su 'blackpill política'

Ricardo Heredia Duarte | 09/09/2025 | 11:18

En los sótanos digitales de internet florece un fenómeno que raya entre lo patético y lo inquietante: los incels, esos hombres que se autodefinen como “célibes involuntarios” y que han levantado una suerte de religión de la frustración. Su credo es muy simple: no consiguen pareja porque las mujeres, los genes o los “Chads” conspiran contra ellos. Y lo más grave es que creen que nada puede hacerse para revertirlo. Esa pastilla amarga y definitiva “la blackpill” los condena a vivir como víctimas profesionales, algunos incluso a escalar hacia la radicalización violenta.

Lo perturbador es que, si volteamos la mirada hacia la arena política mexa, la oposición frente a Morena parece haber tragado su propia blackpill. PAN, PRI y las rémoras amarillo bilis disfrazadas de ciudadanía, fondeadas por “el tío” que no quiere pagar impuestos desde hace sexenios, actúan como “incels de la política” ya que todo lo que ocurrio, ocurre y ocurrira fue, es y sera culpa de López Obrador o de Morena, nada se explica por sus propias derrotas, y cualquier posibilidad de reinventarse se da por perdida desde el inicio.

La analogía no es gratis. Así como los incels culpan a las mujeres y a los “ganadores” de sus fracasos amorosos, la oposición ha erigido a López Obrador (un poco menos a Claudia Sheinbaum) como el villano único y total. Para ellos, Morena es responsable de la inseguridad, de la inflación, de la polarización y hasta de la humedad en las paredes. El enemigo absoluto borra la autocrítica y anestesia la responsabilidad propia.

Ese determinismo tiene un precio caro, la parálisis. Los incels jamás se plantean mejorar sus habilidades sociales o acudir a terapia; prefieren encerrarse en foros digitales a rumiar su resentimiento. La oposición mexicana, en paralelo, esquiva hablar de su propio historial de corrupción, de su desconexión con las clases populares, de la arrogancia con la que gobernó durante décadas. Prefiere repetir el mantra de que “el pueblo bueno fue manipulado”, mientras sigue ofreciendo el mismo menú rancio, sin sabor ni novedad política o social.

El resultado es un círculo vicioso. Los incels se hunden en la misoginia; la oposición, en la irrelevancia. Mientras solo gritan “México está al borde del colapso”, millones de ciudadanos observan una realidad más compleja. Sin duda, hay violencia, inflación y carencias, pero también hay programas sociales que funcionan, cierto sentido de movilidad para los marginados y un cambio simbólico que la vieja clase política no logra disputar.

El problema no es que Morena sea invencible; el problema es que la oposición se comporta como si lo fuera. Se victimiza, radicaliza el discurso y se margina a sí misma. A fuerza de repetir que “no se puede”, termina cumpliendo su propia profecía de impotencia; queja tras queja, sin propuesta.

La democracia, sin embargo, exige otra actitud. No se trata de vivir en la nostalgia de lo que fueron ni en el rencor de lo que perdieron. El arte de la política está en la reinvención, en leer el momento social y en ofrecer una alternativa que despierte confianza. Como escribió el zacatecano Ramón López Velarde, “la patria es impecable y diamantina”, y exige estar a la altura de su resplandor. Si la oposición no rompe con su blackpill política, no será Morena quien la aniquile; será su propio resentimiento el que la condene al autoexilio histórico. Quizá por eso tantos viajes a Washington o a Madrid; ¿será que no buscan giras diplomáticas, sino propiedades para instalarse en un exilio cómodo desde donde seguir lamentándose?