Miércoles 3 de Septiembre de 2025 | Aguascalientes.

Sheinbaum frente al desafío de gobernar en tiempos de hiperpolarización

Gwendolyne Negrete Sánchez | 01/09/2025 | 11:45

En México, 2025 parece estar frente a un laboratorio político inédito: una mujer preside la República con una supermayoría legislativa y un paquete de reformas de alto impacto institucional. No es menor: se trata de probar si el liderazgo femenino, asociado en la literatura a mejores resultados de gobernanza colaborativa y toma de decisiones basada en evidencia, puede florecer cuando el péndulo público oscila entre la urgencia, la polarización y el machismo altamente marcado en las cámaras de diputados y senadores. En pocas palabras: ¿el estilo Sheinbaum está abriendo camino a una democracia más igualitaria o consolidando una recentralización del poder? ¿Puede el actuar de Sheinbaum dejar la puerta abierta para más mujeres presidentas?

Luces: legitimidad, programas sociales y narrativa de orden

La presidenta llega a su primer informe con niveles de aprobación altos (alrededor de 71%), sostenidos por una mezcla de continuidad social (“derechos conquistados” del bienestar) y una narrativa de orden en seguridad. La comunicación oficial ha sido efectiva para asociar reducción de homicidios y detenciones relevantes con la “construcción de la paz”, reforzada por publicaciones constantes en red social X y transmisiones en vivo. Esta legitimidad, conviene subrayarlo, es un activo político real.

Sombras: percepción de inseguridad y la apuesta judicial

Sin embargo, dos tensiones nublan el horizonte. Primero, la brecha entre cifras oficiales y percepción ciudadana: mientras el gobierno presume descensos en homicidios, siete de cada diez personas siguen sintiéndose inseguras en sus ciudades (más todavía las mujeres). Esa grieta entre “datos duros” y “sensación social” erosiona confianza, especialmente para las mujeres que enfrentan violencia cotidiana en el espacio público y digital.

Segundo, la reforma judicial. La elección popular de jueces y ministros —celebrada por el oficialismo como “democratización” del Poder Judicial— ha encendido alarmas en actores nacionales e internacionales sobre el riesgo a la independencia de la justicia. El debut de una Corte electa abre preguntas serias sobre sus contrapesos y su capacidad para resolver casos sin alineaciones partidistas. Aquí está el corazón institucional del sexenio.

¿Qué se dice en lo digital?

En redes, la presidencia empuja hashtags de paz y participación (“Día histórico: primera elección del Poder Judicial”; “La paz y la seguridad se construyen todos los días”), mientras simpatizantes amplifican el logro de “devolver el Poder Judicial al pueblo”. Del otro lado, usuarios critican la supuesta captura del árbitro judicial, alertando por el precedente para 2027. La conversación no es homogénea: es un mosaico donde conviviven incertidumbre ycelebración, preocupación y cansancio.

El territorio: Chiapas como termómetro

Más allá de los dashboards federales, Chiapas funciona como “prueba de estrés” de la nueva estrategia de seguridad. En municipios como Pantelhó, el intento de restablecer control estatal frente a grupos armados compite con realidades de desplazamiento y vacíos de gobierno. El mensaje es claro: sin coordinación local, enfoque de género y reparación territorial, las promesas de “construir la paz” quedan cortas para las mujeres que ya cargan con el peso de la violencia y la economía de cuidados.

La vara con la que debemos medir

No alcanza con aplaudir que llego una mujer al poder conavances sociales ni con denunciar riesgos institucionales: toca medir con estándares. La evidencia internacional sobre liderazgo de mujeres aporta tres ideas útiles:

  1. Diversidad en la cúspide mejora resultados. McKinsey muestra que organizaciones con mayor diversidad en consejos directivos superan financieramente a sus pares; el caso para diversidad es hoy más sólido que nunca. Esto debería traducirse en metas públicas: gabinetes con paridad sustantiva, no simbólica; y evaluación de impacto con datos abiertos
  1. Brecha persistente en poder de decisión. A nivel global, sólo 23% de carteras ministeriales y 1 de cada 4 curules parlamentarias están ocupadas por mujeres; la cifra cae dramáticamente en sectores “duros” como energía, minas y seguridad. México puede y debe ser excepción, no promedio.
  1. Capacidad estatal con lentes de género. La OCDE documenta que servicios públicos mejoran cuando incorporan mecanismos formales de igualdad en reclutamiento, ascenso y presupuesto; la agenda EMPOWER del G20 trazó prácticas concretas. El gobierno federal debería publicar una hoja de ruta verificable para transversalizar género en la administración, incluida la justicia.

Lo que el liderazgo femenino promete… y lo que debe cumplir

La promesa del liderazgo femenino no es “ser suaves” ni “ser duras”, sino ser eficaces, empáticas y basadas en evidencia. Implica tres compromisos que hoy están en juego:

  1. Contrapesos y legalidad. Democratizar no es lo mismo que plebiscitar. Si la elección de jueces no viene acompañada de blindajes de independencia —carreras judiciales robustas, presupuestos protegidos, reglas de conflicto de interés y auditorías públicas—, la puerta a la discrecionalidad se abre de par en par. Las voces críticas no son anécdota: hay alertas desde barras de abogados y centros de estudio sobre la politización de la justicia.
  1. Seguridad con enfoque diferenciado. “Construir la paz” necesita algo más que detenciones: rutas seguras, justicia para víctimas, prevención en barrios y plataformas contra violencia digital. La percepción importa; si siete de cada diez se sienten inseguros, el indicador de éxito no puede ser solo el homicidio.
  1. Datos, transparencia y evaluación. La legitimidad social se fortalece con datos abiertos que permitan auditar programas (p. ej., becas, pensiones, salud comunitaria). La comunicación diaria es potente; más potente aún es publicar metas, padrones, evaluaciones de impacto y ajustes sobre la marcha.

El ángulo que no debemos perder: economía y confianza

Políticamente, aparentemente el gobierno navega con viento a favor; económicamente, la señal es mixta: récords de inversión extranjera conviven con cautela privada doméstica. Para las mujeres —sobre todo jefas de familia— ese matiz se traduce en empleo, crédito, cuidados y seguridad económica. Si el segundo año no acelera crecimiento con inclusión, será difícil sostener la promesa de movilidad social femenina. Aquí el liderazgo necesita construir confianza regulatoria con sector productivo, y aterrizar ODS 5 (igualdad de género) en metas

Liderazgo en disputa

Claudia Sheinbaum ha demostrado control político y disciplina técnica. Su reto no es hacer más sino hacerlo mejor: transformar capital político en instituciones confiables para mujeres y hombres por igual. Si la reforma judicial termina reduciendo contrapesos, habrá una victoria táctica y una derrota estratégica. Si la seguridad no se siente en la calle y en el ecosistema digital donde se hostiga a las mujeres, la narrativa se vaciará. Y si los programas sociales no se auditan con rigor, la propia bandera de la igualdad perderá brillo.

El liderazgo de las mujeres no necesita indulgencia; necesita estándares. Paridad, independencia judicial, seguridad con enfoque de género y transparencia radical. Si el gobierno acoge estos cuatro ejes no como concesiones, sino como arquitectura del poder democrático, México podrá decir que no sólo eligió a una mujer presidenta, sino que eligió un futuro más justo.

Gwendolyne Negrete es Politóloga integrante de la Red Internacional de Politólogas #NoSinMujeres