Lunes 18 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

Machetes y Masculinidades: Cuando la Violencia se Vuelve Identidad

Gwendolyne Negrete Sánchez | 15/07/2025 | 11:29

Aguascalientes, tierra de tradición y temple, vive una contradicción alarmante: mientras algunos presumen seguridad, crecimiento económico y paz social, en las colonias y comunidades más olvidadas retumban los gritos de riñas campales a machetazos. Una violencia brutal, cada vez más visible, se ha convertido en la expresión de un malestar profundo que ni se nombra ni se atiende.
 
Las imágenes que circulan en redes sociales no son montaje ni excepción: jóvenes –en su mayoría hombres– armados con objetos punzocortantes, golpeándose en plena vía pública, como si la vida humana valiera lo mismo que una pelea de gallos clandestina. ¿Qué hemos normalizado? ¿Qué modelo de masculinidad se está reproduciendo cuando un adolescente levanta un machete para defender su “honor” o su “territorio”? Pero más allá de las estadísticas policiales y los titulares sensacionalistas, hay una pregunta incómoda que debemos hacernos: ¿por qué son principalmente hombres jóvenes quienes empuñan estas armas blancas como si fueran extensiones de su propia masculinidad?
 
 El Machete como Símbolo de Poder
 
El machete no es solo una herramienta agrícola que ha migrado a la violencia urbana. En el imaginario colectivo masculino, se ha transformado en un símbolo de poder, valentía y respeto. Para muchos hombres jóvenes en contextos de vulnerabilidad social, empuñar un machete representa la posibilidad de ser “alguien” en un mundo que sistemáticamente los ha invisibilizado.
 
Esta masculinidad tóxica se alimenta de la idea de que el respeto se gana a través de la intimidación y que los conflictos se resuelven con violencia. No es casualidad que estas riñas surjan por disputas territoriales, rivalidades barriales o simples “faltas de respeto” que, bajo otras circunstancias, podrían resolverse con diálogo.
 
 Las Mujeres: Víctimas Silenciosas de la Violencia Masculina
 
Mientras los hombres se baten a machetazos, las mujeres cargan con las consecuencias más devastadoras de esta violencia. Son las madres que pierden a sus hijos, las esposas que quedan viudas, las hermanas que deben cuidar a familiares mutilados. Son también las que viven con el terror constante de que sus seres queridos no regresen a casa.
 
Pero el impacto va más allá: estas riñas alimentan un clima de inseguridad que afecta desproporcionadamente a las mujeres. Los espacios públicos se vuelven más hostiles, la movilidad se restringe, y la violencia de género encuentra terreno fértil en contextos donde la agresión se normaliza como forma de resolver conflictos.
 
 La Intersección de Clase y Género
 
No podemos ignorar que estas riñas ocurren principalmente en colonias populares, donde la falta de oportunidades educativas y laborales se combina con patrones culturales que exaltan la violencia como manifestación de masculinidad. Los jóvenes de clase media alta no resuelven sus diferencias a machetazos porque tienen otras formas de construir su identidad y estatus social.
 
Esta intersección entre clase y género revela que la violencia no es solo un problema de “delincuentes”, sino una manifestación de las profundas desigualdades sociales que atraviesan nuestro estado. Cuando un joven no encuentra en el estudio o el trabajo una forma de construir su identidad masculina, la violencia se convierte en una alternativa perversa pero accesible.
 
La Prosperidad Como Víctima Colateral
 
La inseguridad generada por estas riñas no solo cobra vidas humanas; también mata las aspiraciones de desarrollo de nuestra comunidad. ¿Qué empresa quiere invertir en un lugar donde los conflictos se resuelven a machetazos? ¿Qué familia quiere establecerse en colonias donde la violencia es moneda corriente?
 
La prosperidad económica requiere paz social, y esta paz es imposible mientras sigamos permitiendo que la violencia masculina se presente como una forma legítima de resolver conflictos. Cada riña campal es un mensaje claro al mundo: Aguascalientes no es un lugar seguro para invertir, vivir o crecer.
 
 Repensar la Masculinidad, Transformar la Realidad
 
La solución no está solo en más policías o penas más severas. Está en cuestionar los modelos de masculinidad que empujan a los hombres jóvenes a buscar respeto a través de la violencia. Necesitamos programas que ofrezcan alternativas de construcción identitaria, que muestren que la verdadera fortaleza está en la capacidad de resolver conflictos sin recurrir a las armas.
 
También requerimos políticas públicas que aborden las causas estructurales: educación de calidad, oportunidades laborales dignas, espacios de recreación y deporte. Pero sobre todo, necesitamos una conversación social profunda sobre qué significa ser hombre en el siglo XXI.
 
 El Desafío de la Transformación
 
La pregunta no es si podemos permitirnos seguir ignorando este problema, sino si podemos permitirnos no actuar. Cada riña campal es un síntoma de una masculinidad en crisis que encuentra en la violencia su única forma de expresión. Mientras no abordemos estas causas profundas, seguiremos siendo testigos impotentes de una violencia que no solo destruye vidas, sino que hipoteca nuestro futuro como comunidad.
La prosperidad de Aguascalientes no es compatible con machetes en las calles. 
 
Esta columna no busca señalar con el dedo, sino hacer un llamado colectivo a la reflexión y a la acción. A reconocer que si un joven empuña un machete, es porque antes alguien le negó un libro, una terapia, una red, una oportunidad. Y a exigir que la violencia no sea el lenguaje que Aguascalientes le deje como herencia a sus próximas generaciones.
 
¿Queremos seguir actuando como si nada pasara hasta que la sangre llegue a nuestras banquetas? ¿O estamos dispuestas y dispuestos a dejar de tener miedo y empezar a construir comunidad?
Es hora de elegir qué tipo de sociedad queremos construir: una donde la violencia masculina dictamine las reglas, o una donde la paz y la justicia social sean los cimientos de nuestro desarrollo.
 
El cambio debe comenzar por reconocer que detrás de cada machete hay una masculinidad herida que busca desesperadamente una forma de sanar. Y esa sanación solo será posible cuando como sociedad decidamos que la violencia nunca ha sido opción.