Lunes 18 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

Hegemonías en crisis, cuando el público deja de ser pasivo

Ricardo Heredia Duarte | 04/07/2025 | 11:26

Vivimos en una encrucijada donde los poderes tradicionales, desde Washington hasta los gobiernos estatales en México, muestran una misma enfermedad: el abuso de la hegemonía. El escritor e investigador Martin Gurri denuncia en La rebelión del público esa burbuja desconectada en la que el gobierno asume que puede estructurar la opinión y neutralizar las voces subalternas. Hoy, ese mismo poder se replica con más crudeza en el discurso trumpista y en las élites mexicanas, incluyendo las de los gobiernos subnacionales.
En EE. UU., el regreso de Trump a la Casa Blanca representó el triunfo del mensaje populista sobre el diálogo institucional. La narrativa del "nosotros contra ellos" consolida una hegemonía discursiva que reduce el disenso a mera conspiración, al punto de manipular insistentemente cifras y discursos oficiales. Se repite la lógica que Gurri analiza: intentar domesticar la opinión pública mediante rituales mediáticos y estructuras de poder verticales.
En México, el contexto legislativo y de control local refleja una misma dinámica, pero con variaciones regionales: “arrendamientos” a medios locales, captura de candidaturas a nivel municipal y una politización del aparato público que coarta, muchas veces sin vergüenza alguna, las libertades emanadas de una ciudadanía que exige rendición de cuentas. El reclamo por transparencia frente a gobiernos caciquiles, ya sean federales, estatales o municipales, debe entenderse como un síntoma de rebelión pública.
Pero no todo conduce al pesimismo. Aquí radica el llamado que podemos extraer del análisis de Gurri: cuando el público comienza a rebelarse, no se trata de un estallido espontáneo, sino de una búsqueda que pone en el centro la deliberación y el conocimiento compartido. Entonces, ¿qué hacer?, ¿cómo responder? Con mecanismos reales de participación, fortaleciendo las voces ciudadanas en la agenda pública, no como ornamento de campañas, sino como contrapeso institucional real.
En EE. UU., la resistencia contra la hegemonía trumpista pasará por reactivar medios locales independientes, una ley electoral que no penalice el voto joven o minoritario y por mantener fuerte la defensa judicial del sistema de pesos y contrapesos. En México, la clave está en consolidar mecanismos de control ciudadano en el nivel subnacional, como observatorios locales, presupuestos participativos reales, órganos anticorrupción con dientes y medios de comunicación locales independientes, fortalecidos frente a la concentración mediática.
La combinación de ambas experiencias revela un aspecto esencial: no importa si la hegemonía es republicana, demócrata, priista, morenista o panista. Todas tienden, en tanto poder centralizado, a asumir que el ciudadano pasivo es su subordinado. La voz pública, sin embargo, ya despertó.
La “rebelión del público” a la que alude Gurri no es un estallido violento ni errático, es una demanda creciente por dignidad, por visibilidad, por poner límites al poder unificado y vertical. Es un cambio radical silencioso, asentado en la exigencia del debate, en herramientas locales y en el empoderamiento ciudadano.
El reto hoy en día, entre dos naciones interdependientes, es proponer un nuevo pacto social que busque devolver lo público al público, no como retórica, sino como disposición real de diálogo, contrapeso y deliberación. Solo así podremos desactivar o al menos contener las hegemonías bidimensionales: nacional versus local, arriba versus abajo.
Seguir permitiendo que los gobiernos, ya sea bajo Trump en EE. UU. o cacicazgos locales en México, controlen la narrativa pública sin verdadera participación ciudadana es la ruta segura hacia la regresión democrática. La propuesta es clara: expandir los espacios de rebelión pública civil, institucionalizar las contrapartes ciudadanas y fortalecer los medios comunitarios como contrapeso real. Esa es la vía para desactivar la hegemonía vertical y recomponer el contrato democrático.
En el caso estadounidense, el discurso de Trump intenta restaurar un orden en crisis mediante el miedo, la polarización y la narrativa de la conspiración. Controla el relato desde la nostalgia de un pasado "grande" y silencia a las instituciones que desafían su autoridad. Irónicamente, lo hace mientras se presenta como víctima de un sistema que ya ha cooptado.
En México, los poderes subnacionales actúan con la misma lógica: invisibilizan el disenso, cooptan medios, judicializan opositores y montan democracias de cartón en las que la participación ciudadana se reduce a rituales sin contenido. Pero la rebelión del público también se filtra: en comunidades que documentan abusos, en jóvenes que organizan desde lo digital, en periodistas locales que resisten el asedio informativo.
La gran paradoja que identifica Gurri es esta: mientras más intenta el poder controlar la narrativa, más se erosiona su credibilidad. No porque el público sea más racional, sino porque ya no cree en los viejos mitos de autoridad. Esta erosión no conduce necesariamente a una alternativa mejor, pero sí al derrumbe de las estructuras de legitimidad tradicionales.
 
“Donde hay poder, hay resistencia.”
 
Michel Foucault