Tiempos huracanados se avecinan. Y no, no hablo del clima ni de los remanentes de “Alberto”, sino del huracán de apellido Trump, que volvió —como villano de secuela mal escrita— a ocupar la Oficina Oval. Y como si se tratara de una película de catástrofes, ya desató el caos: redadas migratorias, protestas masivas, toque de queda… y una declaración de guerra no formalizada contra todo lo que huela a latino.
Sí, esa misma figura que prometió “restaurar el orden” y que, apenas con la firma del lápiz, envió a la Guardia Nacional y a los Marines a Los Ángeles, en plena ola de redadas migratorias.
Desde el viernes 6 de junio de 2025, agentes de ICE irrumpieron en fábricas, tiendas (como Home Depot o en el Fashion District), e incluso en iglesias. Detuvieron a más de 300 personas, la mayoría latinoamericanos, incluyendo líderes sindicales como David Huerta. La respuesta fue inmediata: manifestaciones de solidaridad —algunas pacíficas, otras tan explosivas como justas— estallaron desde California hasta Nueva York. Protestas replicadas en al menos 19 estados, desde Chicago hasta Austin, hicieron visible un rechazo que mezcla indignación, coraje y un cansancio histórico.
Y en medio de esta tormenta, la receta es vieja pero efectiva: culpar a México. Como si fuéramos los titiriteros del caos, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, tuvo la ocurrencia de acusar a la presidenta Claudia Sheinbaum de alentar las protestas angelinas. ¿Qué sigue? ¿Qué AMLO maneja Anonymous desde su rancho en Palenque?
Lo serio del asunto es que mientras allá se militariza una ciudad y se criminaliza la migración, acá no nos podemos dar el lujo de seguir con la grilla doméstica como si el mundo no se estuviera incendiando. No se trata de defender un gobierno, sino de defender algo infinitamente más importante: la dignidad nacional. El momento exige unidad, inteligencia estratégica y, sobre todo, menos egos inflados y más altura de miras.
En fin. La tormenta no se va a calmar sola. Lo que urge es bajarle tres rayitas al drama partidista y prender las luces largas del Estado. Porque si el huracán Trump ya empezó a soplar con fuerza, más vale que estemos todos en el mismo barco… y remando hacia el mismo lado.
Cerramos con un poco de humor local. Dicen que lo más triste y cómico es que ni siquiera podemos contar con nuestro propio Congreso local para dar el ejemplo. Ahí están, el diputade Alférez quejándose de quela coordinadora del PAN no lo pela, que porque no lo puede escuchar , pero Alma Hilda dice que no, que la mala comunicación es porque el diputade no la puede ver. ¿De verdad tenemos que esperar un milagro para que se comuniquen correctamente ? ¿No hay una app para eso?
Hasta aquí subió la roca. Mañana la seguimos empujando.
Y si viene con viento en contra, que sea con casco, brújula y un poquito de vergüenza ajena para no repetir errores.
Nos leemos en la próxima.