Sábado 7 de Junio de 2025 | Aguascalientes.

México Detenido en la Aduana: El Costo Industrial de una Frontera Colapsada

Erika Muñoz Vidrio | 04/06/2025 | 11:28

México está atrapado en una contradicción letal: presumimos ser plataforma logística global mientras nuestras exportaciones se quedan atoradas —literalmente— en la fila.
 
Las fronteras, que deberían ser puntos de intercambio y prosperidad, hoy son embudos que ahogan la competitividad nacional. En pleno auge del nearshoring, cuando el mundo voltea a vernos como alternativa frente a Asia, nuestras aduanas operan con lentitud crónica, saturadas, tecnológicamente rezagadas y políticamente ignoradas.
 
Mientras celebramos las nuevas inversiones con discursos, en los patios fiscales hay filas de camiones detenidos por más de 10 horas. Mientras firmamos convenios para facilitar el comercio, las industrias pierden contratos porque no pueden cumplir tiempos de entrega. Y mientras se nos dice que México es una potencia exportadora, nuestras mercancías esperan su turno bajo el sol del desinterés institucional.
 
El contraste es escandaloso: de acuerdo con la Organización Mundial del Comercio y la Secretaría de Economía, México se mantiene como el séptimo mayor exportador de manufactura a nivel mundial, pero enfrentamos cuellos de botella que pueden tardar más de 12 horas en resolverse. De acuerdo con estimaciones de la industria basadas en datos del Instituto Mexicano del Transporte, en 2024 se proyectaron pérdidas superiores a 2,500 millones de dólares por ineficiencias aduaneras en los cruces fronterizos con Estados Unidos.
 
¿Cómo podemos hablar de liderazgo industrial si ni siquiera podemos garantizar que un producto cruce la frontera a tiempo?
 
Retrasos que paralizan
 
Los retrasos aduaneros y las tensiones comerciales están activando una cadena de fricciones que amenaza con desestabilizar pilares clave de la economía mexicana. Sectores como el automotriz, electrónico y de construcción, que dependen de cadenas de suministro just-in-time, enfrentan interrupciones que generan pérdidas económicas significativas, afectando el cumplimiento de contratos, encareciendo operaciones y ponen en riesgo la reputación de México como socio comercial confiable.
 
Las aduanas mexicanas, especialmente en puntos clave como Tijuana, Reynosa y Ciudad Juárez, se han convertido en cuellos de botella que asfixian la competitividad de la industria nacional. La implementación de nuevas actualizaciones en los sistemas de validación de exportaciones, lejos de agilizar los procesos, ha generado congestiones severas. Por ejemplo, en la aduana de Tijuana, los tiempos de espera para el cruce de mercancías han superado las 10 horas, afectando gravemente la logística y generando pérdidas millonarias para el sector industrial.
 
En Reynosa, la situación es igualmente crítica. La actualización del sistema aduanero ha provocado filas kilométricas de camiones de carga, llegando hasta el municipio de Río Bravo. Según la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga (Canacar), estas demoras han reducido la capacidad operativa de las aduanas en un 50%, lo que se traduce en un incremento de costos y una disminución del 75% al 80% en los ingresos de los transportistas.
 
Pero el problema no se limita a las aduanas. La infraestructura logística nacional también presenta rezagos severos: puertos saturados, carreteras en deterioro y aeropuertos de carga limitados que incrementan los costos y tiempos de exportación, afectando directamente la competitividad industrial.
 
Aduanas Lentas, Industria en Riesgo
 
La industria automotriz, por ejemplo, exporta el 80% de su producción a Estados Unidos, generando importantes ingresos y más de 980,000 empleos en el sector.
 
Lo crítico es que muchos componentes cruzan la frontera varias veces durante su ensamblaje. Una sola pieza puede entrar y salir hasta ocho veces entre México y EE.UU. antes de formar parte de un vehículo terminado, lo que vuelve insostenible cualquier retraso aduanal o cambio súbito en política arancelaria. La imposición de aranceles del 25% por parte de Estados Unidos podría generar una contracción significativa al PIB mexicano, pérdida de inversión extranjera y caída de exportaciones. Estas medidas se aplican bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de EE.UU., la cual permite imponer aranceles por razones de "seguridad nacional" incluso a socios comerciales estratégicos como México, sin que necesariamente violen formalmente el T-MEC. Esto ha generado incertidumbre legal y ha debilitado los mecanismos de solución de controversias del tratado.
 
La industria electrónica, altamente dependiente de componentes importados, enfrenta interrupciones en la cadena de suministro debido a los retrasos aduaneros, lo que afecta la producción y entrega de productos. Por su parte, los retrasos en la entrega de materiales de construcción importados están generando sobrecostos y demoras en proyectos, afectando la rentabilidad y cumplimiento de plazos.
 
Además, la crisis en la aduana del Puerto de Manzanillo, uno de los puntos logísticos más importantes de México, ha causado pérdidas millonarias a la industria logística, al grado de que algunas empresas transportistas están al borde de la quiebra.
 
El escenario geopolítico no ayuda
 
A los problemas internos se suma el entorno externo: la imposición de aranceles del 25% al acero y al aluminio mexicano por parte del gobierno de Donald Trump ha enviado señales de incertidumbre a inversionistas y exportadores. Lo más preocupante es que estas medidas se aplican fuera del marco del T-MEC, lo que significa que cualquier producto que no esté expresamente protegido por el tratado queda a merced del unilateralismo comercial estadounidense.
 
Esto afecta particularmente a sectores como el acero, aluminio, textiles y productos agroindustriales, muchos de los cuales no están plenamente cubiertos por los capítulos del tratado.
 
Y el riesgo no es solo estructural, también es temporal: si una mercancía queda detenida en frontera con un arancel vigente del 10%, y al día siguiente se eleva unilateralmente al 25%, la empresa exportadora absorbe esa diferencia. Esta volatilidad castiga la planeación, afecta márgenes operativos y pone en jaque contratos internacionales. Empresas mexicanas que dependen de estos insumos han reportado aumentos considerables en sus costos logísticos y fiscales para exportar. El golpe no solo es económico, sino estratégico: debilita la integración regional, distorsiona la competitividad y pone en duda la vigencia efectiva del T-MEC.
 
Una industria cuya columna vertebral es el comercio con Estados Unidos —más del 80%— no puede operar bajo la amenaza constante de decisiones unilaterales sin mecanismos de defensa eficaces. Nuestras PYMES, grandes empresas y corporativos transnacionales —los verdaderos protagonistas del crecimiento— están pagando el precio de un sistema que no está a su altura. La pregunta de fondo es si el nearshoring será una oportunidad real para México o una ilusión sostenida por acuerdos que, en los hechos, ya no nos protegen.
 
Reflexión final: Esta no es una discusión sobre logística. Es una llamada de alerta sobre el rumbo económico e industrial del país.
 
Cada hora perdida en una fila aduanera no es solo una demora: es una oportunidad desplazada, una inversión frustrada, un empleo que nunca se creó.
 
Si no resolvemos esto con visión de Estado y acción coordinada, el nearshoring será solo una narrativa vacía. Porque no hay industria competitiva con fronteras obsoletas.
 
Urge establecer un comité binacional para modernizar nuestras aduanas, integrar plataformas interoperables y reducir los tiempos de cruce a estándares internacionales. Tenemos talento, tenemos tecnología. Lo que falta es voluntad.
 
¿Hasta cuándo vamos a permitir que la ineficiencia cruce primero… y nuestras exportaciones después?