Los tiempos que corren son tiempos revueltos, de polarización. Tiempos en los que a la sociedad se le obliga a estar de uno o del otro lado de los asuntos sociales, culturales políticos o económicos.
Hoy, incluso la muerte de un papa, del papa Francisco, se ve envuelta en esta división. A lo que me refiero es que, se ha comentado mucho que si el papa fue un transformador o un reformador de la Iglesia. Si su agenda progresista realmente tuvo logros en el seno del catolicismo o si influyó en la opinión pública. Seguramente el alcance de sus ideas se verá con el tiempo, primero con el nombramiento del nuevo papa, si será alguien que siga la línea de Bergolio y avanzar así su agenda o si el elegido será un conservador.
Pero quizá de todos los temas que se pueden observar, el que es muy interesante para la agenda internacional es la comparación que se le ha hecho con el presidente Donald Trump. Ciertamente los dos jefes de Estado representan no solo dos estilos distintos de ejercer el liderazgo a nivel mundial, sino también que sus personalidades y su calidad humanista son totalmente contrarias.
El papado de Francisco no estuvo exento del contexto que le tocó vivir, la guerra cultural entre conservadores y liberales que se da en occidente también influyó en su papado y de ahí que la relación con Trump no fuera un paseo en barca, desde su primer mandato.
Mientras que Trump busca las deportaciones masivas de los migrantes, el papa Francisco visita a los migrantes en Lampedusa y construye una narrativa promoviendo la solidaridad frente a la tragedia humana de la migración, contraria totalmente a la idea de muros de Trump.
Mientras que, para el argentino, lo más importante fue la relación entre los seres humanos a los que conminó a ser hermanos todos, fratellitutti, en una búsqueda constante para que la fraternidad fuera el valor más importante en los tiempos que corren. Para Trump la narrativa de odio y de xenofobia contra los migrantes es el centro de su actuar.
Quizá lo mejor de Francisco fueron sus respuestas a las posturas radicales de Trump, no solo en migración, sino también en medio ambiente, (en la visita del presidente Trump al Vaticano en 2017, el papa le entregó una copia de su encíclica Laudato Si, en la que toca los temas medio ambientales) en sus posturas frente a los más vulnerables, a la comunidad LGTBQ+ o al capitalismo, el derecho al aborto, tema sensible para los católicos conservadores en Estados Unidos, por poner solo algunos sobre la mesa. Más que respuestas, el papa Francisco fue el referente contrario al presidente Trump. Quizá por eso, el presidente Biden le otorgó la Medalla presidencial de la libertad.
En ese sentido es que el sustito de Francisco es muy importante, ya que en el contexto de la polarización mundial, el papa en su función de jefe de Estado y como uno de los más importantes liderazgos mundiales, tiene una función adicional al de ser guía de su grey.
Un papa es también un importante balance frente al resto de los jefes de estado. Es quien tiene la capacidad de observar la política mundial desde el Vaticano y ya sea con discursos y con sus acciones, como las giras, trata de influir y dejar asentadas posturas, que buscan moldear tanto a la sociedad mundial como a sus líderes.
El papa Francisco viajó a 66 países, “hay que ir a la periferia” decía, a lugares como Mongolia, Papua-Nueva Guinea o Timor oriental. Y en ese sentido nombró a 108 cardenales de los cuales 58% son de África, Asia y América frente 37% europeos. Es muy posible que de estos nombramientos de la periferia salga el nuevo papa, pero no podemos dejar de pensar que es una oportunidad para el conservadurismo, sobre todo el norteamericano, con quienes el papa Francisco tuvo muchos roces, que tienen mucha influencia en el Vaticano y que puedan lograr poner un Cardenal conservador que le dé la vuelta a la agenda del papa Francisco. En los tiempos de Trump, ¿se imaginan un papa norteamericano y conservador?, en estos tiempos, todo es posible.