Gwendolyne Negrete Sánchez | 16/04/2025 | 12:34
En un mundo cada vez más interconectado, los discursos de separación, como el de los muros de Trump, contrastan con las exigencias de una economía global que necesita más puentes. El retorno de políticas proteccionistas como los aranceles entre Estados Unidos y China no solo redibuja las rutas del comercio internacional, sino que también reconfigura las condiciones de vida de millones de mujeres, especialmente en los márgenes de las grandes potencias.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha sido presentada como una disputa por el liderazgo económico del siglo XXI. Sin embargo, pocas veces se discute cómo estas decisiones repercuten en las trabajadoras de las maquilas en México, en las pequeñas productoras en China o en las mujeres afroamericanas y latinas que dependen de empleos en sectores industriales afectados por las medidas arancelarias. ¿Quiénes pagan realmente el precio de estas tensiones geopolíticas?
Cuando Trump impuso aranceles, prometía recuperar empleos para los “verdaderos americanos”, pero esos empleos rara vez contemplaban a las mujeres como beneficiarias. En cambio, el encarecimiento de productos y la desaceleración de sectores como el agrícola golpearon directamente a hogares encabezados por mujeres. Las políticas antimigratorias de construcción de muro y exclusión generan efectos colaterales que rara vez son parte del análisis económico: menos acceso a oportunidades, más precariedad y en este caso me centraré en mencionar mayor vulnerabilidad social para las jefas de familia.
Mientras tanto, China avanza en la construcción de una nueva economía, digital y tecnológica, con proyectos como la Nueva Ruta de la Seda. Aquí también hay una intersección fundamental: ¿quién accede a estos nuevos empleos? ¿Quién se está quedando atrás en la transición digital? Las brechas de género en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) hacen que las mujeres, especialmente en el sur global, enfrenten una exclusión silenciosa de las oportunidades que esta nueva economía promete y sólo quedarán relegadas a formar parte del trabajo silencioso, precario y en condiciones desfavorables: la maquila, la limpieza, la atención y los cuidados.
Frente a esta realidad, urge la inclusión y poder visualizar más intersecciones: entre economías, entre sectores sociales, entre mujeres de distintas latitudes que pueden y deben ser protagonistas del nuevo orden global. Las políticas públicas deben repensarse desde esta construcción crítica: la economía internacional no es neutral al género, y cada decisión que se toma en los grandes foros tiene eco en la vida cotidiana de millones de mujeres que sostienen la economía desde lo invisible.
Porque más allá de los muros físicos, los muros simbólicos que impiden la participación plena de las mujeres en la economía global deben ser derrumbados. Y eso solo será posible si colocamos a las mujeres en el centro de la política económica internacional. Solo así podremos hablar de un futuro con justicia, equidad y prosperidad compartida.
Gwendolyne Negrete es presidenta de MUJERES JEFAS DE FAMILIA A.C., especialista en género e inclusión.