Sábado 19 de Abril de 2025 | Aguascalientes.

TAUROMAQUIA. UN RECORDATORIO DE NUESTRA NATURALEZA.

Alan Capetillo | 21/03/2025 | 12:05

Las corridas de toros son un ejemplo perfecto de cómo los seres humanos hemos instrumentalizado a los animales a lo largo de nuestra historia para fines diversos, incluyendo la diversión, y de cómo el discurso animalista que las critica carece de lógica racional y objetiva. Somos la especie dominante, el depredador último en la cima de la cadena alimenticia, y hemos utilizado al resto de las formas de vida del planeta para satisfacer nuestras necesidades y deseos. Pretender que los animales, como los toros, tengan derechos o que debamos prohibir su uso en actividades como la tauromaquia es ignorar nuestra naturaleza y caer en una hipocresía sentimental que no resiste un análisis riguroso.

Los detractores de las corridas suelen argumentar que son crueles o violentas, pero este juicio es irrelevante frente a la realidad histórica y biológica: los humanos hemos matado, domesticado y explotado animales desde siempre, ya sea para alimentarnos, vestirnos o entretenernos. El toro de lidia no es una excepción; es una herramienta más en nuestra larga tradición de dominio. ¿Por qué el toro merece un trato especial y no las cucarachas que aplastamos sin pensarlo, las moscas que atrapamos o las víboras que eliminamos por seguridad? La respuesta es simple: no hay diferencia objetiva. La indignación selectiva hacia las corridas de toros no responde a un principio universal, sino a una construcción emocional o cultural arbitraria. Si el sufrimiento animal fuera realmente el criterio, tendríamos que cuestionar también la ganadería industrial, la pesca o incluso el control de plagas, algo que pocos están dispuestos a llevar hasta sus últimas consecuencias.

Los derechos son una invención humana para protegernos de nosotros mismos, no para regular nuestra relación con otras especies. El toro no tiene derechos porque no participa en el contrato social; existe en función de nuestras decisiones como especie dominante. La tauromaquia, con su ritual y tradición, es solo una expresión más de esa supremacía. Quienes la condenan suelen olvidar que el toro de lidia, criado específicamente para este fin, ni siquiera existiría como raza sin las corridas. Irónicamente, prohibirlas podría extinguir a estos animales, lo que demuestra la inconsistencia de los argumentos "proteccionistas".

Que la sangre o la muerte en la plaza generen incomodidad en algunos no cambia los hechos: la naturaleza humana es pragmática y depredadora, y las corridas son un reflejo de ello. No hay nada que "compensar" moralmente, porque la moral no aplica aquí; es un lujo que nos permitimos desde nuestra posición privilegiada como parte de la especie humana. Al final, como todo en la vida, el ciclo se equilibra solo: cuando morimos, los gusanos nos devoran sin distinción, igual que el toro cae en la arena. Pretender que las corridas sean un escándalo mientras aceptamos otras formas de explotación animal es pura doble moral. Nuestra historia y nuestra biología no mienten: dominamos, usamos, matamos a otras especies. Así ha sido siempre, y la tauromaquia es solo un recordatorio crudo pero honesto de lo que somos...

Alan D. Capetillo Salas