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No todos dormimos igual: la ciencia revela 5 tipos de sueño y lo que dicen sobre ti

Un estudio pionero revela cinco perfiles de sueño que se relacionan con la salud mental, el rendimiento cognitivo y la organización cerebral.

Dormir bien no siempre significa lo mismo para todos. Mientras que algunos se sienten perfectamente descansados con seis horas de sueño, otros pueden dormir ocho horas y aun así despertarse fatigados. Esta variabilidad ha llevado a un nuevo y revolucionario enfoque científico que rompe con la clásica idea dormir bien o mal y nos propone una visión multidimensional: tu forma de dormir podría estar explicando cómo te sientes emocionalmente y cuál es tu nivel de concentración durante el día.   El nuevo estudio, liderado por investigadores de universidades de Canadá y Singapur, identificó cinco perfiles de sueño distintos, cada uno vinculado a diferentes patrones de salud mental, rendimiento cognitivo, estilo de vida y conectividad cerebral. Los resultados no solo ayudan a comprender mejor las diferencias individuales respecto al descanso, sino que también podrían ayudar a confeccionar intervenciones más personalizadas para mejorar la calidad del sueño y la salud general.   Tradicionalmente, los estudios sobre el sueño se han centrado en una sola variable, como la duración o la latencia (el tiempo que tardamos en dormirnos). Sin embargo, este enfoque ha analizado simultáneamente más de 100 factores biopsicosociales (entre ellos la salud física y mental, la personalidad, el rendimiento cognitivo, el uso de sustancias, etc.) y su relación con siete dimensiones del sueño, incluyendo satisfacción, duración y uso de medicamentos para dormir.    El estudio se basó en datos del proyecto Human Connectome, que incluyó a 770 adultos jóvenes sanos (de entre 22 y 36 años), quienes cumplimentaron una serie de cuestionarios, se sometieron a pruebas cognitivas y aceptaron pruebas de escáneres cerebrales en estado de reposo. Gracias a todos estos datos, los investigadores descubrieron cinco patrones de sueño claramente diferenciados.   Perfil 1: Sueño pobre y vulnerabilidad psicológica Las personas en este grupo informaron de dificultad para quedarse dormidos, frecuentes despertares nocturnos y sensación de fatiga diurna. Además, mostraron niveles elevados de ansiedad, depresión y estrés.   Perfil 2: Resiliencia al sueño con afectación emocional Curiosamente, este grupo también presentó síntomas de estrés o bajo estado de ánimo, pero sin que estos se reflejaran en quejas sobre su sueño. Es decir, dormían 'normal' según sus propios informes, pero mostraban deterioro en la atención y mayor impulsividad.   Perfil 3: Uso de medicamentos y sociabilidad Este perfil se caracterizó por un uso frecuente de medicamentos para dormir, sin mayores problemas sobre el sueño durante el día. A nivel social, experimentaban relaciones satisfactorias, pero su desempeño en pruebas de memoria visual y reconocimiento emocional sí que era más bajo. Esto sugiere que, aunque los fármacos pueden facilitar el descanso, podrían tener efectos secundarios cognitivos sutiles.   Perfil 4: Sueño corto y rendimiento cognitivo disminuido Aquellos que dormían menos de 6–7 horas por noche integraban este perfil. Aunque no siempre se quejaban de cómo habían dormido, mostraban peores resultados en tareas de atención, lenguaje y memoria. También se asociaron con comportamientos más agresivos y menor amabilidad.   Perfil 5: Sueño fragmentado y vulnerabilidad mental Este grupo tenía un descanso interrumpido por despertares frecuentes, problemas respiratorios o malestar físico. Se vinculó con ansiedad, uso de sustancias como alcohol o tabaco, y bajo rendimiento en memoria de trabajo y procesamiento del lenguaje. También se observaron diferencias sexuales: las mujeres mostraron una mayor prevalencia en este perfil, posiblemente por factores hormonales y sociales.   ¿Qué tiene que ver todo esto con el cerebro? Uno de los hallazgos más novedosos del estudio publicado en la revista PloS Biology, es que cada perfil de sueño también se correlacionaba con un patrón único de conectividad cerebral, medido mediante resonancia magnética funcional en reposo. Por ejemplo, el perfil 1 mostró una hiperconectividad entre regiones subcorticales (relacionadas con la emoción y la motivación) y las redes de atención y movimiento, lo que sugiere una base neurológica para el estado de hiperalerta en personas con insomnio y ansiedad. En contraste, el perfil 2 no mostró estas alteraciones, pese a tener niveles similares de malestar psicológico, lo que podría indicar mecanismos cerebrales protectores o una percepción distorsionada del propio sueño. Todo ello nos indica que no hay una única forma correcta de dormir y que el descanso depende de muchos factores.  
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