Mauricio López | 10/10/2025 | 11:01
“La educación vive un cambio histórico: aprender con inteligencia artificial no es rendirse a la máquina, sino recuperar el arte de pensar acompañados”.
La humanidad siempre ha buscado herramientas para pensar mejor. Desde el ábaco de los sumerios hasta la calculadora de bolsillo, cada avance ha despertado el mismo temor: “¿y si la herramienta piensa por nosotros?”. Hoy, ese temor renace ante la inteligencia artificial. Pero en el fondo, la pregunta sigue siendo la misma: ¿usaremos la herramienta para crecer o permitiremos que nos sustituya?
La inteligencia artificial (IA) no es un enemigo, sino una extensión de la mente humana. Su potencial en la educación es inmenso: permite personalizar el aprendizaje, acelerar la comprensión, ampliar horizontes, traducir el mundo a la medida de cada estudiante. Un alumno con curiosidad puede hoy preguntar a la IA lo que antes requería días de biblioteca. Sin embargo, esa facilidad encierra un desafío: no confundir la respuesta con el conocimiento.
¿A qué edad debería un niño acercarse a la IA?
Como toda herramienta poderosa, requiere madurez. Antes de los 12 años, el niño aún forma su pensamiento abstracto y emocional; necesita experimentar el mundo con las manos, el cuerpo y la mirada. La IA puede acompañar de manera lúdica, pero no sustituir el descubrimiento real. Entre los 13 y 15 años, comienza el pensamiento crítico: ahí es cuando la inteligencia artificial puede convertirse en un mentor silencioso, capaz de estimular la creatividad y el razonamiento, siempre que haya un adulto que enseñe a discernir.
El papel del docente es entonces más importante que nunca. Ya no es el guardián del saber, sino el anclaje del conocimiento: quien ayuda al estudiante a transformar datos en comprensión, y comprensión en sabiduría. En este tránsito, la IA es como la brújula: indica direcciones, pero no decide el destino.
Usarla con conciencia implica enseñar a los alumnos a preguntar bien, a dudar de lo que leen, a comparar fuentes, a verificar lo que el algoritmo propone. La mente humana sigue siendo la única capaz de otorgar sentido.
En esta nueva era, la educación enfrenta su propio examen: ¿sabremos formar almas pensantes en un tiempo de respuestas automáticas?
La inteligencia artificial puede ser el mejor aliado para lograrlo, si recordamos que todo conocimiento verdadero se vuelve sabiduría solo cuando pasa por el corazón.