Walter Schadtler Contreras | 09/10/2025 | 13:08
Me gusta pensar en el futuro. Me pregunto si estamos realmente avanzando hacia el mañana que queremos, o estamos tan atrapados en el presente que pronto lo veremos como un pasado lejano. La pregunta clave es: ¿cómo construimos una ciudad donde todxs podamos vivir en armonía con nuestro entorno? Y, lo más importante, ¿qué estamos haciendo hoy para asegurarnos de que ese futuro sea posible?
La respuesta está en cómo diseñamos nuestras ciudades: en la movilidad, en los espacios verdes, en la eficiencia con la que nos trasladamos de un punto a otro y en el aire que respiramos. En la manera en que enfrentamos la contaminación, reducimos desechos y repensamos nuestra huella ambiental. La calidad de vida no es solo una aspiración; es el resultado de decisiones bien tomadas. Y esas decisiones deben partir de una visión que entienda la sustentabilidad no como una tendencia, sino como una necesidad inminente.
Nuestra generación tiene la oportunidad—y la responsabilidad—de transformar la forma en que vivimos en nuestras ciudades. No podemos permitirnos planes improvisados o soluciones a medias. Necesitamos una planeación urbana inteligente, movilidad eficiente y un compromiso real con el medio ambiente. Y eso comienza por exigir líderes con visión, capaces de priorizar el bienestar de la comunidad y la protección del entorno.
Imaginemos un futuro donde nuestros hijos, nietos y las generaciones que vendrán puedan recorrer calles rodeadas de árboles, respirar un aire más limpio y disfrutar de mares y ríos libres de contaminación. Un futuro donde las especies no desaparezcan, sino que se multipliquen. No es una utopía; es una posibilidad que depende de lo que hagamos hoy.
El mundo no necesita más ansiedad ni crisis ambientales; necesita paz, equilibrio y armonía con su entorno. Y ese cambio no vendrá desde lejos. Nace aquí, en nuestras ciudades, en nuestros barrios, en nuestras decisiones diarias.
El cambio comienza con nosotros.
No podemos esperar a que otros resuelvan lo que nos corresponde a todxs. Como ciudadano, como padre, como amigo y como alguien que cree en un futuro mejor, asumo mi responsabilidad: reducir mi huella ecológica, proteger el agua, reciclar, impulsar espacios verdes y educar a las nuevas generaciones sobre la importancia de nuestro entorno.
Pero el compromiso individual no basta. Necesitamos exigir que quienes toman decisiones actúen con la misma convicción. Porque el futuro no es una idea abstracta: es el presente que construimos todos los días.
La pregunta no es qué pasará mañana. La pregunta es: ¿qué estamos dispuestos a hacer hoy?