Los hombres se distinguen menos por sus cualidades naturales
que la cultura que ellos mismos se proporcionan
Confucio
Una parte de las instituciones responsables de la gestión cultural por lo regular, tienen una idea limitada del objetivo social que cumple la formación de públicos, desarticulando la producción ejecutiva de espectáculos, con los sistemas de difusión y enseñanza de las artes. Cabe mencionar entonces, que la enseñanza artística, no es un asunto exclusivo para formación de creadores o para invertir el tiempo en el aprendizaje de alguna disciplina; es, además, el recurso infalible para la formación de “nuevos públicos”.
Hace algunos años, la formación de “nuevos públicos” era un término usual en el argot de algunas instituciones culturales de acuerdo a sus planes de desarrollo. Ahora en el ámbito local, se les denomina “número de asistentes a shows”; eventos que regularmente se realizan en el marco de celebraciones estatales como la Feria del libro, el Festival de las calaveras, el Programa cultural de la Feria Nacional de “San Marcos”, o bien, las temporadas de la Orquesta Sinfónica, los premios y certámenes locales y nacionales, los encuentros de música, danza y teatro sumándose de manera paralela, algunos que ponen el énfasis, por ejemplo, en la ruta del vino y sus vendimias o “El festival de la cerveza”, en encuentros gastronómicos y artesanales, en festivales seriales y taurinos, los aniversarios de la ciudad - por cierto, con más de mil eventos para el presente año -, entre otros; suponiendo de esta manera, que se sientan las bases para la activación de un “turismo cultural”, o bien, en el escenario más amable y optimista, que contribuyen a la regeneración del tejido social y a la conceptualización de una identidad cultural. Lo cierto es que, este tipo de producción ejecutiva de “espectáculos”, lejos de formar públicos, promueven de manera alarmante la gentrificación, extendiendo sus áreas de acción en un intento por activar la economía local.
La palabra “público” proviene del latín publicus derivado de populus, para referir lo que es “accesible para todos”. En la actualidad nos referimos a los “públicos” como el conjunto de personas con intereses comunes y, asimismo, aquellos participan en determinadas prácticas culturales de una realidad social. Cada práctica cultural tiene sus públicos y hablamos de ellos en plural, para expresar la diversidad de universos personales, gustos y beneficios. Estos grupos de personas, paulatinamente se convierten en “seguidores”, ampliando cada vez más su información sobre sus protagonistas. En el sentido más amplio, a estas agrupaciones de personas se les denomina “audiencias”. Asimismo, el conjunto de seguidores de una práctica cultural se transforma en comunidad cuando existe interacción entre ellos y, de esta manera, se incorpora la identidad. Lo que tienen en común los públicos de una determinada práctica cultural, es el interés común por participar en ella, experimentando la necesidad de sentirse miembros de un grupo con una actitud residente basada en valores y estéticas, en condiciones situacionales vinculadas con prácticas definidas.
Los “públicos culturales”, no únicamente se concentran en auditorios pequeños, medianos y grandes mediante una producción escénica; también se encuentran en los museos, galerías, bibliotecas, salas de lectura, plazas, barrios, calles, andadores, mercados, entre una lista inagotable de opciones; así como en el consumo de los objetos artísticos, libros, películas, antigüedades, música, medios audiovisuales y digitales, etcétera; por ello, el rol de los públicos, se genera en el encuentro con las ofertas culturales y, por lo tanto, no es una actividad aislada, sino una condición de vida. El ser humano es gregario por naturaleza; necesita de los demás para coexistir comunicando sus necesidades, sentimientos, emociones, anhelos y experiencias y, del mismo modo, necesita ser comunicado por otros… asumir cotidianamente su función de público, en situaciones de distracción, divertimento, esparcimiento o recreación; pero, sobre todo, necesita ser formado en su identidad a partir de la acción que ejerzan en él otras identidades, dando como resultado el fenómeno cultural. El público nace cuando deja de ser un acontecimiento restringido para convertirse en un producto competitivo con base en la oferta y la demanda, tal y como sucedió en con el Teatro Renacentista, congregando entre sus asistentes a la nobleza y al sector popular, hasta llegar a hablar en la actualidad de este momento escénico, como parte de la cultura universal.
La relación de las personas con las prácticas culturales es, por una parte, intencional, lo cual se conoce como “demanda” y, por otra, efectiva en cuanto a su participación. En este sentido, la demanda denota una intención, mientras que la asistencia constituye una acción. Las instituciones culturales se quedan únicamente en la acción, traducidas en cifras… en el número de asistentes. Un ejemplo, el “Ferial de Aguascalientes”, en los últimos tres años, según la institución responsable este “espectáculo”, ha aumentado el numero de funciones; las personas indudablemente asisten, pero, habría que reflexionar en torno a la proporción de espectadores que conocen la vocación y la tradición de este evento y, al mismo tiempo, cuantos de ellos incorporan a sus saberes una relatoría histórica a través de la música, la danza, el teatro y la literatura como parte importantísima de la cultura e historia regional.
Para hablar de “formación de públicos” desde las instituciones como prácticas ineludibles de toda política cultural, es preciso tener en claro cuáles son las necesidades sociales de la entidad. Si el objetivo es producir un espectáculo o “show” que robustezca un programa en el marco de una celebración, sin un hilo conductor, ruta crítica o planeación estrictamente articulada con el desarrollo de la identidad y, por lo tanto, en la cultura; estas actividades se traducen como ocasionales y totalmente efímeras. Estos eventos no dejan de ser “eso”; “shows” en donde se invierten grandes recursos, reduciendo la convocatoria únicamente a cifras, al número de butacas ocupadas o boletajes agotados, sin definir qué es lo que va a suceder una vez que el ojo expectante asiste a una experiencia escénica, qué abono a la configuración de su personalidad a sus prácticas sociales, el público incorporó a su vida cotidiana mejores formas de civilidad, el arraigo ante la comunidad se favoreció, se satisfizo alguna necesidad genuinamente personal que se traduzca en la satisfacción de otras necesidades, qué abona en términos generales al bien común como actividad identitaria.
Ser “público”, desde la perspectiva de la gestión cultural, merece contar con herramientas metodológicas para apropiarse adecuadamente de los bienes, productos y servicios. La gestión cultural es un proceso cíclico que debe partir desde la educación artística y, por lo cual, la enseñanza de las artes y sus lenguajes, poseen tres propósitos sustantivos ineludibles: incorporar las disciplinas artísticas de manera transversal a la vida cotidiana, profesionalizar aptitudes y, definitivamente, formar públicos desde las aulas y los procesos didácticos más allá de la escuela.
Los conciertos didácticos, las jornadas de teatro escolar, las vistas guiadas en museos y galerías, los talleres en bibliotecas públicas, los cursos de verano, los talleres libres de las casas de cultura, entre una infinidad de estrategias institucionales, deben asegurar la continuidad para que los espectáculos cobren la trascendencia social. ¿Qué sucede cuando no se han dado las condiciones o experiencias previas para generar el interés para participar en una práctica cultural? Los intereses culturales surgen de la experiencia previa, de poner en valor lo que va a acontecer y, para ello, el incorporar situaciones didácticas que preparen al espectador resulta una estrategia eficaz. Si no se ha tenido ninguna experiencia en una determinada práctica cultural, no se habrá podido formar el interés de participar en ella. Cuando la demanda del público es latente en relación al interés por una práctica cultural, suscitada a partir de la influencia de terceros, posee barreras y posiblemente se caractericen por la desinformación. Este es el riesgo que se corre cuando los eventos artísticos son de baja calidad o pésima factura y, al mismo tiempo, no guardan una estrecha relación con la difusión y enseñanza de las artes.
La mayoría de los eventos “artísticos” atienden a “públicos ocasionales”, cuyo propósito principal no es necesariamente el evento como tal en su estricto efecto identitario. Estos públicos, difícilmente repetirán una experiencia similar en otro momento. Los eventos para “públicos ocasionales” no atienden a una línea temática articulada; por ejemplo: los servicios educativos en museos y galerías por medio de las “visitas guiadas”, los conciertos didácticos de la Orquesta Sinfónica, entre otros, pierden continuidad por los sesgos habituales de la vida cotidiana, por estrategias desarticuladas, por la oferta relajada de las instituciones y la ausencia de esquemas eficaces de enseñanza artística.
En resumen, ¿por qué las instituciones culturales no están dando los resultados suficientes para formación de públicos? Por una parte, las limitaciones de la práctica institucional con la comunidad, (casas de cultura, centros de extensión, centros de animación y escuelas), pese a que el Estado de Aguascalientes posee una de las infraestructuras culturales más completas, en relación con otros estados de la República, para optimizar la formación de creadores artísticos y públicos que se apropien por derecho, a los bienes, productos y servicios culturales; las dificultades de la comunidad para vincularse de manera permanente y habitual con las prácticas y ofertas, en aquellas manifestaciones que requieren de la educación artística previa; la insuficiente respuesta de la comunidad en las acciones de divulgación, promoción y animación que realizan las instituciones de cultura, en torno a las prácticas correspondientes de las que son escenarios; y la reducida incorporación al modo de vida comunitario de la práctica cultural institucional.
Las estrategias de desarrollo de públicos son procesos inducidos para fomentar la movilidad ascendente entre estadios. Son procesos a medio plazo que se desarrollan a través de acciones o medidas concretas. Un sistema de abonos a una programación cultural, por ejemplo, es una medida que permite desarrollar una estrategia de regularización de consumo. Cada proyecto cultural, en función de sus finalidades y de sus circunstancias, definirá las estrategias prioritarias para el período que se está planificando durante la elaboración de un Plan de Desarrollo de Públicos.