El discurso de Xi Jinping en la conmemoración del 80 aniversario de la victoria de China sobre Japón es un acontecimiento político y simbólico que trasciende la esfera nacional para proyectarse al escenario internacional. Las palabras, especialmente en el ámbito político, nunca resultan neutrales: son portadoras de intenciones, de estrategias y de una construcción deliberada de significados. Pueden suscitar sentimientos patrióticos, desempeñar roles rituales y servir tanto para exaltar como para demonizar. En este sentido, los líderes que dominan el arte de la palabra se convierten en figuras capaces de avivar pasiones y despertar emociones, generando con ello tanto seguidores fieles como antagonistas vehementes. La política, como espacio de representación y de poder, encuentra en la retórica un instrumento fundamental, y el caso de Xi Jinping es un ejemplo claro de cómo se utiliza un discurso para posicionarse estratégicamente en el tablero mundial.
El papel del demagogo en la historia política ha sido, en muchos sentidos, la capacidad de ofrecer un futuro inimaginable, lleno de promesas y esperanzas, apelando directamente a las emociones de la gente. Esa habilidad de dividir a la sociedad en dos bandos —los seguidores y los detractores— ha sido recurrente en distintos contextos históricos. Su discurso no se limita a la descripción de lo que existe, sino que busca activar sentimientos patrióticos y construir una narrativa que refuerce la autoridad del líder. El éxito de este tipo de discurso no radica en su complejidad técnica ni en su densidad académica, sino en su capacidad de simplificar lo complejo y volverlo memorable. “Mantenlo simple y memorable” podría resumir la fórmula: frases cortas, contundentes, que se insertan en la memoria colectiva y conectan de inmediato con el sentir popular.
La construcción de una nueva realidad mediante la palabra es otra característica inherente a este tipo de discursos. El líder no se conforma con describir el presente, sino que proyecta una visión alternativa, cargada de simbolismo y de promesas. Esa visión idealista a menudo inalcanzable, se convierte en una meta.
Durante su intervención, Xi subrayó que el mundo “nunca debe volver a la ley de la selva, donde los fuertes se aprovechan de los débiles”. Esta declaración constituye un mensaje con múltiples destinatarios. En primer lugar, se dirige a los Estados Unidos, país que en la retórica china es presentado como el ejemplo contemporáneo del capitalismo salvaje que busca imponerse sobre los demás. Xi construye, entonces plantea es su discursouna China capaz de generar un nuevo orden global basado en la cooperación y la equidad.
Cada palabra elegida está medida, cada expresión contiene una carga política que, al ser pronunciada en un contexto tan significativo, multiplica su alcance.La intención de Xi no es únicamente reafirmar el poder de China en el plano regional, sino también posicionarse como contrapeso real en el sistema internacional y se presenta como la potencia capaz de encabezar un nuevo orden.
En la política, los discursos no son simples declaraciones; son herramientas de poder blando que moldean percepciones, influyen en la opinión pública y reconfiguran alianzas. En este sentido, el mensaje de Xi puede interpretarse como parte de una estrategia más amplia: ofrecer a China no solo como una potencia económica, sino como un referente moral y político frente al modelo estadounidense. Lo que a primera vista parece una conmemoración histórica se convierte, al mirar con atención, en una jugada diplomática destinada a reforzar el liderazgo de Xi dentro y fuera de sus fronteras.
Resulta evidente que la retórica empleada por Xi Jinping en esta conmemoración no busca solamente recordar el pasado, sino establecer un puente entre la memoria histórica y la proyección del futuro. Cada palabra funciona como un eslabón en la cadena que une la resistencia heroica de la nación china con su actual aspiración de liderazgo global. La evocación de la “ley de la selva” no es casual, sino un recurso narrativo que remite tanto al pasado de humillaciones sufridas por China como a la amenaza presente de un orden mundial dominado por la fuerza bruta. Con ello, Xi no solo refuerza la cohesión interna de su pueblo, sino que también se dirige a la comunidad internacional con un mensaje claro: China está lista para ocupar el lugar que le corresponde.
El discurso del 80 aniversario articula una visión que vincula el pasado con el futuro, el nacionalismo con la diplomacia y la memoria histórica con el liderazgo global. El mensaje de Xi no sólo busca consolidar la unidad interna, sino también señalar el papel que aspira a desempeñar China en el escenario internacional. Cabe destacar que esta alternativa se sostiene sobre el comercio y el discurso político, ya que el Partido Comunista Chino controla todos los medios de comunicación y expresión, y los ciudadanos están sujetos a vigilancia física y electrónica. La alternativa ofrecida es solo un espejismo porque cuentan con su ciber muro de hierro que impide la libre expresión y el disenso.