Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

Aguascalientes y los toros (crueldad disfrazada de cultura)

Mario Hernández González | 22/09/2025 | 11:44

¿El derecho a una vivencia estética justifica la crueldad contra un ser sintiente como lo es el toro de lidia?, ¿No es un acto egoista y ruin apelar al arte para defender una supuesta tradición sustentada en la tortura y muerte de un animal?, ¿Qué decir de un público que festeja la muerte, la sangre y crueldad como espectáculo?, ¿Deben los gobiernos subvencionar estas prácticas?

La tauromaquia se ha convertido en una de las banderas culturales que el gobierno de Aguascalientes insiste en promover, sobre todo en el marco de la Feria Nacional de San Marcos. Se le presenta como una tradición que forma parte del “orgullo” local, como si la identidad hidrocálida dependiera de la sangre derramada en la arena. Sin embargo, este argumento es frágil cuando se revisa su historia y se confronta con los valores que hoy aspiramos a construir.

Me explico.

Las corridas de toros llegaron a la entonces Nueva España en el siglo XVI, traídas por la élite española como un espectáculo aristocrático. En Aguascalientes, las primeras celebraciones vinculadas a los toros se remontan al siglo XVIII, asociadas a festividades religiosas y cívicas. Con la creación de la Feria de San Marcos en 1828, los toros empezaron a tener un lugar destacado, y a finales del siglo XIX se consolidaron como parte del programa oficial de dichos festejos.

Es decir, no se trata de una tradición milenaria ni propia de las comunidades originarias de la región, sino de un espectáculo importado y adoptado en el contexto colonial. Lo que hoy se llama “patrimonio” es en realidad un vestigio de prácticas violentas que se usaban para entretener a las élites de la época. Es común escuchar a los defensores de la fiesta argumentar que, quienes la criticamos somos ignorantes y no sabemos de su valor artístico, histórico y cultural. Hablan del mito de Creta, de los cuadros de Goya y de Velázquez así como de toda la simbología de la que se reviste la fiesta. Sin embargo, modestamente tengo que decirles que no es mi caso y que sé perfectamente de lo que hablo cuando se trata de arte y de cultura y al respecto diré, que el rito taurino no es un arte en abstracto: es un protocolo de sufrimiento. El toro es debilitado con banderillas y estoques hasta llegar a la estocada final. El público aplaude la agonía, y se le llama “faena” a lo que no es más que una ejecución ritualizada. Calificarlo de cultura es, en el mejor de los casos, un eufemismo; en el peor, una estrategia para normalizar la violencia como diversión. La cultura nace de la necesidad social, en su momento histórico, esta practica pudo haberse justificado, pero sostenerel mismo arguemento hoy en día es simplemente bárbaro e irresponsable.

El gobierno de Aguascalientes, en vez de dar un giro hacia formas de cultura más inclusivas y respetuosas, sigue destinando recursos para mantener vivo este espectáculo. Sostener la tauromaquia como parte de la feria es vivir en el anacronísmo y negarnos a formas de entretenimiento más acordes a la realidad actual. Esta circunstancia refleja no una defensa de la identidad, sino una falta de voluntad política para reinventar las celebraciones desde la diversidad y la creatividad. Los datos son claros, las juventudes de hoy en día, en los paises más avanzados, muestran abiartamente en rechazo a este espectáculo.

Aguascalientes no necesita toros para tener identidad. La feria podría potenciar su música, su gastronomía, sus artesanías y su tradición vinícola. La juventud, además, ya no se siente representada por la violencia taurina: muchas y muchos la cuestionan y la rechazan. El verdadero patrimonio cultural es el que evoluciona, no el que se aferra a prácticas coloniales que contradicen la sensibilidad contemporánea.

La pregunta es clara: ¿queremos que Aguascalientes sea recordado como un lugar que insistió en sostener la crueldad disfrazada de cultura, o como una tierra que supo transformar su tradición hacia expresiones más humanas y universales?

La fiesta brava no engrandece al estado. Por el contrario, lo exhibe ante el mundo como un rincón donde el dolor animal todavía se vende como espectáculo. El futuro está en la creatividad, la inclusión y la ética, no en la sangre sobre la arena.