Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

Morir para ser mártir: Charlie Kirk

Ikuaclanetzi Cardona González | 14/09/2025 | 00:19

La muerte de Charlie Kirk, activista político conservador estadounidense, ha desatado un reflejo bastante perverso de la política y los medios. Martirización, celebración morbosa y, por supuesto, espectáculo. Algunos lo elevan a símbolo de lucha y victimización; otros celebran su desaparición como si la muerte de un adversario pudiera cerrar cuentas pendientes o validar convicciones. La tragedia, en este contexto, se convierte en un instrumento más del poder, la narrativa y la polarización.

El asesinato no ocurrió en abstracto. En la Universidad de Utah Valley, ante miles de jóvenes, un disparo truncó la vida de un hombre que, aunque aborrecible para muchos en sus ideas, no merecía la violencia. Y sin embargo, en redes y espacios mediáticos, la reacción de quienes festejan su muerte refuerza la misma lógica que critican: extremistas, híper violentos y deshumanizados, ellos mismos validan la narrativa de martirio que otros construyen. El círculo se cierra, pues violencia engendra polarización, polarización justifica violencia.

En México, y llegó hasta Aguascalientes, ello se refleja con claridad en la reciente polémica que involucró a mi paisano morenista, Salvador Ramírez. Sus comentarios sobre la muerte de Kirk provocaron indignación inmediata y, horas después, su renuncia. La ironía no es menor. Intentar escarnecer la tragedia terminó exponiéndolo a la responsabilidad que siempre acompaña a quien tiene voz pública. La violencia, aunque sea simbólica o retórica, deja huellas; y las palabras de quienes ocupan cargos públicos importan más de lo que creen.

-Por cierto, un detalle adicional que no podemos ignorar es cómo la voz de un actor extranjero como Christopher Landau “El quita visas”, Subsecretario de Estado de nuestro vecino del norte (muy parecido, a mi temor, al antagonista de la cinta “Bastardos sin gloria”, de Quentin Tarantino: Hans Landa), tuvo peso inmediato sobre la estructura política mexicana. Su crítica evidenció cómo el poder de una palabra gringa puede influir en decisiones locales y poner en jaque a funcionarios, por más grande o pequeño que parezca su cargo. Ahondaremos en este punto en otro momento, porque revela dinámicas que van más allá de una renuncia y tocan el núcleo de la diplomacia, la imagen pública y la influencia mediática.

Este episodio no es solo sobre Kirk, ni sobre un infortunado economista guinda. Es sobre cómo las sociedades contemporáneas lidian con la polarización, la violencia y la construcción de símbolos. Martirizar o celebrar la muerte de alguien no solo perpetúa extremismos, sino que confirma que la línea entre la crítica política y la legitimación de la violencia es frágil, y que los extremos, aunque opuestos, terminan retroalimentándose.

Al final, la renuncia de Ramírez sirve como una advertencia y un recordatorio a todas y todos sus colegas, pues los actos públicos y las palabras tienen consecuencias. Y mientras algunos insistan en convertir tragedias en espectáculo, la ciudadanía, en cualquier país, tiene el deber de mirar más allá de la polarización, exigir responsabilidad y evitar que el duelo se transforme en arma de propaganda.