En política, los símbolos tienen un peso específico fundamental: son pilares de identidad y legitimidad, componentes esenciales de los rituales y vehículos de significados que trascienden lo meramente racional, constituyendo representaciones emocionales.
Las redes sociales han amplificado de manera notable la comunicación simbólica, dada la rapidez y efimeridad de los mensajes. En este contexto, la política se convierte en un verdadero teatro de operaciones: una bandera, una fotografía o un gesto transmiten emociones, afiliaciones y funcionan como argamasa ideológica.
Los gestos simbólicos de la política contemporánea se potencian a través de las imágenes. Desde campañas electorales hasta movimientos sociales globales, los símbolos representan demandas, valores e identidades, logrando una difusión y apropiación inmediata por parte de los ciudadanos.
Ir a Estados Unidos en busca de apoyo para presionar al régimen de la presidenta Claudia Sheinbaum es un despropósito: una miopía política que ignora la historia de México. Quien defiende esta estrategia probablemente desconoce los episodios más trágicos de nuestra historia y los límites de la soberanía nacional. Dar entrevistas en cadenas pro-Trump no solo refuerza una narrativa antimexicana, sino que también debilita cualquier posibilidad de diálogo constructivo. La gran mayoría del país coincide en respaldar a la presidenta frente a cualquier intento de intervención externa, y esta acción resulta contraproducente frente a ese consenso.
Es cierto que México tiene la tarea de revisar su marco de cooperación internacional y la prioridad de su relación con su vecino del norte. Sin embargo, en las actuales condiciones, entrevistas como la de la senadora Téllez inflaman el sentimiento antimexicano en la base de Trump, y ese discurso seudo-divisivo impacta negativamente tanto en la política exterior como en la doméstica. El oportunismo mediático es evidente: Fox News abre sus puertas a cualquier actor político que refuerce su narrativa, particularmente si ocupa un cargo relevante en México.
Por otro lado, los ministros de la Corte buscan un respaldo simbólico en nuestras raíces, apelando a un nacionalismo originario. Actos como la “limpia” poseen un significado profundo: ¿de qué se limpiaban? En democracia, fueron electos; sin embargo, el bastón de mando, un símbolo que legitima más allá del voto, evoca prácticas milenarias. Desde el antiguo Egipto, donde los faraones lo usaban como símbolo de autoridad terrena y divina, hasta Roma, con el lituus y los fasces, pasando por los monarcas de la Edad Media, este tipo de símbolos han representado poder y jurisdicción. En los pueblos indígenas, el bastón de mando es un emblema de confianza y reconocimiento otorgado a líderes y caciques. Este simbolismo evidencia que, aun en nuestras instituciones modernas, la política sigue entrelazada con rituales y representaciones que buscan consolidar legitimidad más allá de la voluntad popular.
En un mundo vertiginoso, detenernos a analizar los mensajes simbólicos es crucial. Durante la reciente visita del jefe del Departamento de Estado estadounidense, se percibió cordialidad, pero no debe pasarse por alto la narrativa previa de su gobierno, que incluyó un ataque a una embarcación proveniente de Venezuela. Este recordatorio subraya cómo los gestos diplomáticos y los símbolos de poder exterior condicionan la política interna y la percepción pública.
De manera similar, en Pekín, durante el desfile militar que conmemoró el 80 aniversario de la victoria china sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial, Xi Jinping envió un mensaje claro sobre el desarrollo del poder militar de su país y su influencia regional, reuniendo a líderes como Vladimir Putin, Kim Jong-Un y el primer ministro de India, Narendra Modi. La política global, al igual que la doméstica, se mueve tanto por hechos concretos como por símbolos que proyectan fuerza y legitimidad.
Interpretar los símbolos políticos implica reconocerlos como construcciones dinámicas, abiertas a disputas y resignificaciones. Su poder no reside únicamente en lo que representan, sino en su capacidad para movilizar voluntades y generar identidad colectiva. En última instancia, los símbolos demuestran que la política no es solo un ejercicio de gestión racional, sino un terreno profundamente humano, cargado de emociones, mitos e imaginarios que definen la vida social.
En la actualidad, los mensajes simbólicos no son coincidencias: son planeados y liberados en el momento preciso para alcanzar al destinatario. En esta era de inmediatez, las pantallas de los celulares se han convertido en actores fundamentales en el juego político, movilizando conciencias y reforzando narrativas.
Cada actor político, a nivel global y local, tiene sus escenarios y simbolismos. Como recordaba Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”. La senadora evidencia su cercanía con la derecha estadounidense más radical; los nuevos miembros del poder judicial buscan aproximarse a orígenes prehispánicos en un prehispanismo ilusorio; Estados Unidos advierte que no dudará en actuar letalmente si se les provoca; y China demuestra fuerza regional a través de símbolos de poder militar y diplomático.
En política, los símbolos no solo representan: movilizan, legitiman y muestran la dimensión humana de la gobernanza. Pero también revelan, de manera inequívoca, la miopía, el oportunismo y las estrategias equivocadas de quienes pretenden jugar con la identidad y la soberanía de México.