Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

La regla del 3.5%: cuando una minoría organizada puede cambiarlo todo

Dr. José Antonio Quintero Contreras | 10/09/2025 | 11:22

En la historia de los movimientos sociales hay cifras que se vuelven símbolos. Una de ellas es la llamada regla del 3.5%, concepto desarrollado por la politóloga estadounidense Erica Chenoweth, profesora de política pública en la Kennedy School de Harvard y en el Instituto Radcliffe de Estudios Avanzados. Tras analizar cientos de campañas de resistencia civil en el siglo XX y XXI, Chenoweth descubrió un patrón sorprendente: cuando al menos el 3.5% de la población participa de manera activa y sostenida en una protesta no violenta, los regímenes —sean democráticos, autoritarios o híbridos— casi nunca resisten. No se trata de magia ni de numerología: es estadística aplicada a la dinámica del poder.

El reciente caso de Nepal lo confirma con crudeza. El 9 de septiembre de 2025, el primer ministro K.P. Sharma Oli dimitió tras semanas de protestas masivas. Ni el toque de queda ni el bloqueo de redes sociales lograron contener a las multitudes, mayoritariamente jóvenes, que ocuparon calles, e incluso cerraron el aeropuerto internacional. La represión dejó 19 muertos, pero la magnitud y persistencia de la movilización volvieron insostenible el costo político de mantenerse en el poder. El régimen se fracturó y cedió. No sabemos con exactitud si las protestas alcanzaron el 3.5% de la población, pero su fuerza demostró cómo, al llegar a cierto umbral de participación activa, un gobierno se enfrenta a un dilema imposible: reformarse o colapsar.

Lo esencial de la regla no es la cifra aislada, sino lo que significa alcanzarla. Mover a millones exige una narrativa legítima, redes sociales densas, tácticas inclusivas y, sobre todo, disciplina no violenta. La evidencia es clara: los movimientos pacíficos tienen el doble de probabilidades de éxito que los violentos y tienden a abrir transiciones más democráticas. La violencia, en cambio, espanta aliados, fragmenta la causa y justifica la represión. Así, el 3.5% se convierte más en brújula que en garantía: señala el punto donde la protesta se transforma en poder político real.

América Latina ofrece ejemplos elocuentes: En Guatemala, en 2015, la indignación contra la corrupción movilizó a tal escala que precipitó la renuncia del presidente Otto Pérez Molina tras perder su inmunidad. En Perú, en 2020, las marchas contra Manuel Merino lo obligaron a dejar el cargo en menos de una semana, una muestra de cómo el “pico de movilización” reconfigura los cálculos de las élites. Y en Puerto Rico, en 2019, la creatividad y masividad de las protestas desembocaron en la dimisión del gobernador Ricardo Rosselló. En todos los casos, la presión no se limitó a la calle: logró erosionar alianzas políticas, ganar apoyo internacional y activar resortes institucionales que aceleraron la salida de los mandatarios.

Ahora bien, ¿qué significa esto para México? Aplicar la regla del 3.5% equivaldría a movilizar activamente a unos 4.5 millones de personas. No es un número imposible, pero sí enorme en términos de coordinación, persistencia y capilaridad territorial. Más importante aún: no basta con una marcha masiva en la capital. La experiencia internacional muestra que los movimientos que logran incidir son aquellos capaces de extenderse a ciudades medianas, sumar a sectores diversos —estudiantes, sindicatos, comerciantes, profesionales, iglesias— y mantener una estrategia no violenta y disciplinada.

En nuestro país, pensar en la regla del 3.5% no necesariamente significa prever una ruptura inminente. Más bien, invita a reflexionar sobre la capacidad de la ciudadanía para organizarse en torno a causas comunes, construir legitimidad social y encontrar canales de expresión que fortalezcan la democracia. En sociedades polarizadas, la movilización activa puede ser un recordatorio de que el poder no solo reside en las instituciones, sino también en la energía cívica de minorías decididas.

La regla del 3.5% no es una receta automática, pero sí una brújula poderosa: muestra cómo una minoría organizada y persistente puede inclinar el rumbo de la historia. Nepal lo recuerda con dramatismo, América Latina lo ha demostrado en varias ocasiones, y México puede aprender de estas lecciones no para alimentar confrontaciones, sino para entender mejor la fuerza poderosa de la participación ciudadana cuando se ejerce con convicción y responsabilidad.

(*) Doctor en Economía

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