¿Es necesaria la filosofía en los bachilleratos mexicanos del siglo XXI? Ésta es una cuestión interesante que es necesario aboradar y si es posible, responder. Vamos por partes.
Pensemos que vivimos una nueva etapa en la historia humana. Asistimos a una convergencia sin precedentes de tecnologías digitales y biológicas que han trastocado de manera profunda lo que entendemos de nostros mismos. Pero estas transformaciones, a diferencia de las revoluciones tecnológicas del pasado, han automatizado no solo procesos, sino que integran inteligencia artificial, robótica, internet de las cosas y biotecnología para cambiar radicalmente la manera en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos.
Es necesario reconoer que a pesar de las promesas de innovación y desarrollo, la modernidad ha reproducido dinámicas de exclusión y de auto explotación que nos aefctan a todas y todos.
En este mundo de computadoras cuánticas, del big data y de la posibilidad de un transhumanismo que nos vende la promesa de vivir hasta los doscientos años surge la pregunta: ¿es necesario que los jóvenes estudiantes mexicanos estudien filosofía? ¿No es a caso un saber que la inmediatez del mundo prágmático ha calificado hasta la saciedad de inútil?
La filosfía, entindida como una actitud frente a la realidad, surge cuando nos preguntamos sobre el sentido del mundo, cuando el velo de la incomprensión se coloca frente a nuestros ojos, o cuando el asombro despierta en los ojos jóvenes, la admiración por la existencia.
Frente a un mundo apabullante a la manera de la Metrópolis de Fritz Lang surge la pregunta ¿quién soy? ¿a dónde voy? ¿por qué duele vivir a veces, incluso sin saber por qué? Ya Albert Camus, el filósofo francés, nos advertía que la única pregunta filosófica que vale la pena intentar respoder es si vale la pena vivir la vida o no y por su parte, en el siglo IV a.C. Platón afirmaba categórico que una vida sin reflexión no vale la pena ser vivida. La filosofía asÍ planteda se convierte en una necesidad vital de la condición humana y ha sido descrita por algunos como una necesidad del alma herida. Y todos, en este tránsito que es la adolescencia, llevamos alguna herida. Una inquietud. Una pregunta.
En El laberinto de la soledad, Octavio Paz reflexiona sobre la adolescencia como una etapa crucial en la que surgen las preguntas fundamentales del ser: ¿quién soy?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿qué lugar ocupo en el mundo?
El nobel mexicano señala que durante la adolescencia el ser humano se descubre separado del mundo, consciente por primera vez de su soledad y de su individualidad. Esen ese momento, cuando el joven comienza a interrogarse profundamente y esa interrogación no es superficial ni pasajera: es una búsqueda del ser, del sentido de sí mismo.
La filosofía sería entonces, durante la adolesencia, esa lámpara encendida en medio del cuarto oscuro de nuestras dudas. No promete respuestas fáciles, pero enseña a mirar con hondura, con delicadeza y con valor. Nos invita a pensar sin miedo, a sentir sin rendición, a buscar una verdad que no se impone, sino que se ofrece como quien extiende una mano en medio de la niebla.
La filosofía, puede enseñar a nuestros jóvenes no solo el ejercicio útil de la razón, sino del vivir poéticamente la razón, de pensar con el corazón abierto. Porque el joven no necesita fórmulas cerradas: necesita caminos y preguntas que le devuelvan la posibilidad de ser.
Y ¿dónde, si no en la filosofía, puede el joven aprender a ser libre de verdad? Libre no para hacer lo que quiera, sino para querer con conciencia, para elegir con sentido, para decir sí a la vida —y también “no”— cuando sea necesario.
Por eso la filosofía debe vivir en el bachillerato, no como una materia más, sino como una amiga invisible que nos acompaña en el silencio, cuando el mundo parece demasiado grande y nosotros demasiado pequeños.
La filosofía nos dará las claves precisas para entender que la totalidad del mundo cabe en la fuerza del lenguaje como nos enseñó Wittgenstein y sobre todo a reconocer a nostros, maestras y maestros, que no debemos pensar nunca la educación como un acto deVigilar y Castigar tal y como nos lo hizo ver Michel Foucalt.
Dejemos que los jóvenes no solo repitan, sino que piensen. No solo aprendan, sino que despierten, que hagan suyo el imperativo Kantiano “atrevete a pensar”. Pero no sólo como una curiosidad intelectual, sino como una necesidad existencial: el joven pregunta porque anhela una identidad, porque necesita afirmarse como ser único frente a un mundo que muchas veces lo enagena o lo encasilla.
Entonces, como planteamos al principio: ¿es necesaria la filosofía en los bachilleratos mexicanos del siglo XXI? La respuesta es simple: sí. Theodor Adorno nos dirá que la Filosofía es necesaria presisamente porque su objeto -es decir la verdad, la reconciliación y la libertad—aun no se han realizado, porque su labor crítica mantiene abierta la posibildad de un mundo distinto y es eso, justo eso, lo que necesitan nuestros jóvenes bachilleres mexicanos.