Pues nada, estimados lectores, iniciamos semana con una noticia que, si no fuera trágica, sería digna de sainete: la muerte de una perrita que se coló en la charlotada esa que organizaron en el andador J. Pani. Bien dice el refrán: lo que mal empieza, peor acaba. Todo armado al puro estilo del “Borras”, con más ocurrencia que planeación. Resulta que, según sus organizadores, la intención era “rescatar” la fiesta brava, como si con un desfile de borrachos disfrazados y reses desorientadas se pudiera devolverle trapío al toreo o fabricar figuras entre carcajadas, cornadas y payasadas.
No sabemos aún en qué estado quedaron los improvisados valientes que recibieron tremendas revolcadas por parte de los novillos que soltaron. Lo que sí sabemos es que la factura no fue barata: ese callejón carísimo, forrado de vallas que costaron más que la dignidad de los organizadores. El saldo, además de heridos, fue la muerte absurda de la perrita que entró sin invitación a la farsa y que terminó pagando con su vida el capricho de quienes creen que la improvisación es lo mismo que la tradición.
Y quizá alguien diga que “no pasa nada”, que fue un incidente menor. Pero aquí está el detalle: este episodio es un botón de muestra del modo en que opera el gobierno local. Una administración que confunde propaganda con política pública, que presume “magia comunicativa” con estatuillas compradas y premios a modo, pero que en los hechos se hunde en la misma desorientación que los novillos que soltaron en el callejón de J. Pani.
Todo se reduce a eventos de relumbrón. La Tarjeta Rosa ya acumula más entregas que las telenovelas de Televisa en capítulos, y aún así no hay una sola política de mediano o largo plazo que valga la pena reseñar. Lo demás son eventos deportivos donde se gastan millones en traer figuritas de ocasión, en aplaudirse entre sí y en simular que gobiernan para todos, cuando en realidad lo único que gobiernan es la chequera de los gastos superfluos.
La gobernadora trabaja, eso nadie lo niega, pero se resiste a meter mano donde realmente se necesita. Se aferra a mantener a funcionarios que no han dado un solo resultado tangible. Todo lo que exhiben son boletines de prensa redactados en serie, replicados por medios dóciles que publican sin chistar, ni siquiera se atreven a moverles una coma. Intentar pedir información vía transparencia es como hablar con una pared: evasivas, excusas, opacidad. El sello de la casa.
Los funcionarios se quejan en voz baja: que no tienen autoridad para decidir ni el color de un clip, que todo debe pasar por el visto bueno de la gobernadora. Ya parecen el presidente municipal de la capital, que no mueve un dedo si no se lo autoriza “la 1”. ¿Y así quieren resultados? Lo único que consiguen es un gobierno de presentaciones en PowerPoint, con planes tan bonitos en papel como inútiles en la práctica. Un catálogo de proyectos que se exhiben en ruedas de prensa, pero que nunca llegan al terreno real.
Y mientras tanto, la perrita muerta se convierte en símbolo involuntario de un estilo de gobierno: la improvisación disfrazada de innovación, el gasto disfrazado de inversión, la torpeza disfrazada de tradición. Porque al final lo que queda es la imagen de una administración que, en lugar de generar certezas, produce espectáculos que terminan en tragedia.
Así llegaremos al tercer informe de gobierno: esperando que otra vez un presupuesto millonario en pirotecnia comunicativa o en spots omnipresentes intente salvar la imagen de un gobierno que presume mucho y ejecuta poco. Que conste: no es que deseemos que fracasen, pero con tanto potencial desperdiciado, la frustración ya no cabe en el callejón de J. Pani.
Triste y simbólico que una perrita haya tenido que morir para recordarnos lo obvio: que las ocurrencias disfrazadas de eventos, y los gastos a modo disfrazados de política pública, no sirven para nada. Pero tranquilos, ahí estarán las benditas redes para hacer catarsis, condenar la tragedia y seguir alimentando el circo comunicativo. Porque mientras los likes y los hashtags se multipliquen, el gobierno seguirá apostando por sus charlotadas millonarias.
¿De verdad creen que con este tipo de espectáculos van a “rescatar” la fiesta brava… o lo único que están rescatando es su falta de rumbo?
Hasta aquí subió la roca.