En Aguascalientes existe un contexto político sin igual en otros estados de la República Mexicana: un partido político nacional, el PAN, tiene un control casi completo de las entidades de gobierno. Empezando por el Ejecutivo, el poder se consolida en la gobernadora, cuya administración es notablemente distinta a las pasadas gracias al corte politológico e institucional que su grupo emana. Sin embargo, no todos están contagiados de las mismas prácticas y resulta difícil crear una homologación administrativa. Personalmente, he visto una gran institucionalización en los procesos, algo que difícilmente se podría observar con otro partido.
A pesar de ello, los problemas más incisivos para nuestro estado no se han mitigado, quizá por falta de interés, de visión o simplemente de tiempo. Por ejemplo, no ha existido una separación entre la política y la parte administrativa; al contrario, se ha reforzado el corporativismo para mantener un control férreo en los funcionarios y en las estructuras del partido que la cobija. Por otra parte, el gasto en comunicación social ha sido excesivo y no tiene otro fin que la creación de propaganda: una apuesta sagaz como política, pero nada favorable en lo gerencial.
De cara a su salida, la gobernadora tiene varias encrucijadas: ¿qué va a pasar con su séquito?, ¿qué pacto se ha hecho a nivel federal con Morena?, ¿cómo pesan las ambiciones por la presidencia de la República? y, sobre todo, ¿qué papel juegan las relaciones diplomáticas internacionales? Se prepara un lienzo listo para ser presentado en el timing correcto.
Como cascada de vino en una montaña de copas, hay una correlación con los otros dos poderes. El Congreso del Estado, en su representación de mayoría relativa los 18 distritos quedaron en manos del PAN. Gracias a los plurinominales vemos representación de Morena y MC; sin embargo, de poco sirve ese contrapeso si al final la negociación política los hace votar en el mismo sentido en asuntos de extrema importancia. Solo se vota en contra cuando el riesgo político es bajo. Al final, los compadrazgos —y ahora también los comadrazos— pululan en la creación legislativa.
Y ahí está el ápice de la desgracia republicana en el estado: la pasada elección judicial dio insaculación a jueces “a modo”, tanto en lo local como en lo federal, en apoyo al partido en el poder. En radio pasillo se habla de la negociación de un solo acordeón favoreciendo a ambos intereses. Fue la Polonia repartida. Esperamos tener jueces en septiembre con una clara carga política hacia el partido regente, lo cual indica un favor a deber a futuro, aunque lo nieguen. El tiempo lo confirmará. Doy mi buena fé a aquellos que ganaron sin deberla ni tenerla porque simplemente fueron arrastrados en esas negociaciones.
Ahora vienen las elecciones del 27 y, en el cálculo electoral, el PAN considera tener fuerza porque Morena local ganaba “perdiendo”, desmembrándose en sus diferentes grupos con distintos cortes y amos, unos más débiles que otros. A su vez, el PAN en su estructura peca más de soberbia que de ambición. Gran parte de sus liderazgos no tienen una voluntad política fuerte, sino la búsqueda de un realce ególatra, pues en Aguascalientes se vota por el actor y no por el partido.
Pero esa soberbia no la han medido. En números fríos, Morena está detrás de ellos por pocos votos en distritos y municipios. El PAN pierde la alianza con el PRI porque no ha sabido respetar acuerdos; como se dice coloquialmente, ya perdieron el piso. El PRD, en este tablero, es lo que Italia fue a la Alemania nazi: resta más de lo que aporta. Otro partido secuestrado por apellidos, anidado en votos que el PAN, ideológicamente, no puede obtener, pero que en su momento el PRD termina traicionando.
Sus números son bajos, parecidos a los del PT y del Verde, que tampoco han crecido en estructura y solo se mantienen con los votos de ciertas familias que les dan lo necesario para subsistir. Sin apuesta por un movimiento real, el Verde —dividido entre el grupo nacional y el local, que presentó un diputado “fichita” que ni iba a trabajar. El PT, de la misma manera, quedó reducido a la representación escueta de los derechos laborales en un estado cada vez más industrializado, pero con un mercado laboral injusto y poco remunerado.
Todos ellos buscarán subsistir, acabar con los partidos locales de nueva creación y mantener el “Estado de cosas”. Es ahí cuando vemos que la política hidrocálida es, en realidad, el ejercicio de acuerdos en favor de la clase política, dando solo migajas a los ciudadanos.
El PAN tiene la espada de Damocles sobre la cabeza. No lo han visto o no lo quieren ver. Y cuando caiga, será muy probable ver cómo, con gestos y desdenes, sus militantes acepten una nueva nómina en otro partido… justo en aquel al que dicen detestar por antonomasia.