Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

La mercancía política: pollitos en el algoritmo

Ricardo Heredia Duarte | 27/08/2025 | 12:29

La política mexicana ya no se trata de resolver problemas, sino de subastarlos en el mercado digital del enojo. La nueva era trumpista, esa que llegó con la “cruz” de un expresidente estadounidense que convirtió la mentira en método y la provocación en estrategia, encontró en México terreno mas que fértil, aquí el debate público se volvió un karaoke de Twitter rebautizado como “X”, con discursos que suenan más a reguetón mal producido que a propuestas de Estado.

El “brutalismo comunicacional”, es hoy la moda global. ¿Qué significa eso en clave mexa? Que los políticos ya no hablan, ladran, insultan, “memean” y, sobre todo, esculpen la rabia ciudadana como si fuera plastilina electoral. Lo importante no es convencer con argumentos, sino incendiar con frases de 30 caracteres y un hashtag pegajoso. La política como algoritmización del malestar “Si la gente está enojada, que siga enojada, pero conmigo”.

México, tierra pródiga en problemas estructurales, como la inseguridad, la desigualdad, la migración, el narcotráfico, la precariedad laboral,entre otros tantos, debería ser el paraíso de los solucionadores. Pero la clase política prefirió otra industria más rentable, la de vender los problemas como mercancía de temporada. ¿Hay crisis del agua? Perfecto, se convierte en trending topic, se lanza un spot con música dramática y un candidato promete defender cada gota como si fuera “su sangre”. ¿Violencia en Guanajuato, Zacatecas, Sinaloa o Michoacán? Excelente, material infinito para prometer mano dura en campaña y olvidarse al día siguiente. El problema no se arreglara, se alquilara y posteara como plataforma electoral.

Trump enseñó que la política podía reducirse a un espectáculo de reality show, con sus mañaneras version despacho oval, mostro y entendio lo rentable mediaticamente que resulta, el insultar a migrantes, mofarse de periodistas, ridiculizar adversarios. Y México, en su versión local, replica la fórmula, nuestros políticos ya no quieren ser estadistas, quieren ser influencers de TikTok. La política como stand up, mientras más grotesco y más frontal el insulto, más “auténtico” parece el personaje.Voceros de todos los partidos, incluyendo el partido en el poder.

Lo grave es que en ese modelo el ciudadano deja de ser sujeto político para convertirse en consumidor de rabia digital. Lo que circula en los algoritmos no son ideas ni propuestas, sino emociones encapsuladas en videos de 15 segundos. Los votantes ya no eligen entre proyectos, sino entre estímulos, pasele cual le gusta mas o encaja con su estado de animo, el miedo, el enojo, la risa, la indignación. Los algoritmos no buscan soluciones, buscan maximizar la permanencia del usuario. Y los políticos y sus “community managers”entendieron la lección, si los problemas se resolvieran, se acabaría el negocio del malestar.

Por eso, en este ecosistema, la política se parece más a un tianguis sobre ruedas, que a una asamblea democrática. Unos gritan “¡Seguridad!”, otros “¡Corrupción!”, otros más “¡Migrantes!”, y todos ofrecen el mismo producto envuelto en distinto papel. La democracia representativa, se pensó para garantizar pluralismo y alternancia. Pero aquí la alternancia es apenas cambiar de administrador del coraje colectivo, ayer era el PRI el que capitalizaba el miedo, hoy es Morena el que alquila y ofrece la esperanza, mañana será el PAN quien revenda la indignación.

El “trumpismo” más que un estilo personal, es una pedagogía del poder, conmocionar mediaticamente para dominar. Y en México la clase política se volvió alumna destacada. La paradoja es brutal, mientras más graves son los problemas, más rentable es mantenerlos vivos. La política ya no compite por quién los resuelve, sino por quién los explota con más cinismo.

Y ahí están los “pollitos del algoritmo”; esos “políticos” que se suben al trending topic, agitan las alas frente al celular y esperan que la furia ciudadana se traduzca en votos. Lo suyo ya no es gobernar, es viralizar y lograr ser tendencia. No son líderes, son simples traficantes de problemas.

Quizá por eso, cuando un ciudadano pregunta ingenuamente ¿y cómo van a resolverlo?, el político mira con cara de extrañeza, como si se tratara de una pregunta absurda. Resolver no está en el guion del algoritmo. La mercancía política no se repara, se vende y revende al mejor postor en las “benditas redes sociales” (Tlatoani dix it).

En este mercado, los problemas son el producto, los algoritmos el escaparate y los ciudadanos la clientela cautiva. Y México, atrapado en la era trumpista (que parece tiene una sucursal en el sureste), parece condenado a seguir consumiendo esta mercancía caduca, mientras los pollitos del poder cacarean más fuerte, no para dar soluciones, sino para asegurar un lugar en la próxima incubadora electoral.

Al fin y al cabo, como advirtió Tocqueville, “en política lo difícil no es hacer creer en nuevas ideas, sino hacer olvidar las viejas”. Y en México, los políticos se han especializado en lo contrario, reciclar los mismos problemas como si fueran estrenos de temporada.

Pobre México tan cerca del “trumpismo” y cada vez mas lejos de la ilustración.