Lunes 13 de Octubre de 2025 | Aguascalientes.

Ojitos Mentirosos y Fogones: Cuando el privilegio se disfraza de tendencia

Gwendolyne Negrete Sánchez | 25/08/2025 | 11:12

En México estamos siendo testigos de dos fenómenos que, aparentemente desconectados, comparten una raíz común: la apropiación cultural ejercida por sectores privilegiados que se asumen como poseedores de verdades absolutas. Los "Ojitos Mentirosos" de TikTok y la certificación de cocineras tradicionales por chefs profesionales nos revelan cómo opera el privilegio cuando se viste de progreso, inclusión o reconocimiento.
 
La máscara del payaso como espejo social
 
El trend "Ojitos Mentirosos" ha inundado TikTok con jóvenes maquillados de payasos que caminan por las calles mientras suena la cumbia de Tropicalísimo Fantasía, inspirándose en la estética de la película "Chicuarotes". Pero aquí radica la primera tensión: lo que comenzó como una resignificación de la música como herramienta de identidad o protesta en un contexto urbano marcado por la desigualdad se ha convertido en un fenómeno viral que corre el riesgo de ser despojado de su contexto original.
 
La película de Gael García Bernal retrataba la realidad cruda de jóvenes marginados que encontraban en el performance callejero una forma de supervivencia económica y resistencia social. Sin embargo, cuando esta estética es adoptada por usuarios de clases medias y altas en TikTok, se produce una descontextualización problemática. Este cruce entre estética y realidad refleja tanto la fuerza de las comunidades marginadas, como las tensiones sociales que persisten cuando estas se hacen visibles en plataformas dominadas por otros sectores.
 
La pregunta fundamental es: ¿quién tiene derecho a performar la marginalidad? Cuando jóvenes con acceso a educación, tecnología y redes sociales se apropian de códigos estéticos nacidos de la necesidad económica y la exclusión social, estamos ante un caso clásico de gentrificación cultural. La ironía es dolorosa: el trend refleja que, en muchas ocasiones, la alegría pública sirve para encubrir la tristeza personal, pero ¿qué sucede cuando esa tristeza no es propia sino apropiada?
 
Las guardianas certificadas: cuando el saber ancestral necesita aval masculino
 
El segundo fenómeno es aún más revelador en términos de género y colonialidad del saber, fueron certificadas 30 cocineras tradicionales para colocarlas "a un nivel similar al de un chef profesional", y aproximadamente 250 cocineras están registradas nacionalmente en el Conservatorio de la Cultura Gastronómica Mexicana. 
 
Esta iniciativa, que en apariencia busca el reconocimiento y la dignificación del trabajo de las mujeres indígenas y campesinas, esconde una lógica profundamente patriarcal y colonial. Las mujeres son las que preservan los platillos heredados por sus antecesoras, asumiendo el rol de guardianas de esta tradición culinaria, reconocida por la UNESCO desde 2010 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ellas no sólo alimentan el cuerpo, hierven raíces, cultivan plantas, cuentan historias en cada platillo, resguardan y comparten cultura, fuego y tradición.
 
Pero aquí surge la contradicción: si estas mujeres ya son las depositarias legítimas de un saber milenario reconocido internacionalmente, ¿por qué necesitan la certificación de instituciones dominadas por hombres chefs para validar su conocimiento? La respuesta nos lleva al corazón del problema: el sistema no reconoce como legítimo el saber que no pasa por sus filtros académicos y masculinizados.
 
 El privilegio como curador de la autenticidad
 
Ambos fenómenos comparten una característica fundamental: son sectores privilegiados quienes definen qué es auténtico, qué merece reconocimiento y cómo debe expresarse la cultura popular. En el caso de "Ojitos Mentirosos", son usuarios con capital social y tecnológico quienes dictaminan cómo debe performarse la marginalidad. En el caso de las cocineras tradicionales, son instituciones académicas y profesionales quienes certifican saberes que existían mucho antes que ellas.
 
Esta dinámica revela una forma sofisticada de colonialismo interno donde el privilegio se disfraza de inclusión. No se trata solo de apropiación cultural, sino de algo más perverso: la legitimación del privilegio como instancia curatorial de lo popular y lo tradicional.
 
Intersecciones del despojo simbólico
 
Desde una perspectiva interseccional, estos fenómenos nos muestran cómo operan simultáneamente múltiples sistemas de opresión. Las mujeres indígenas y campesinas enfrentan no solo el clasismo y el racismo, sino también un patriarcado que no reconoce sus saberes como válidos sin el aval masculino e institucional. Los jóvenes de sectores populares ven cómo sus formas de resistencia son estetizadas y vaciadas de contenido político por quienes nunca han experimentado esa realidad.
 
La cuestión de género es central en ambos casos. En "Ojitos Mentirosos", se romantiza una masculinidad marginal que en su contexto original es producto de la exclusión económica. En las cocineras tradicionales, se subordina el saber femenino ancestral a la validación de estructuras patriarcales contemporáneas.
 
Hacia una mirada crítica
 
No se trata de prohibir los trends o de rechazar el reconocimiento a las cocineras tradicionales. Se trata de cuestionar quién define los términos de esa participación y reconocimiento. ¿Es posible que los "Ojitos Mentirosos" mantengan su potencia política original? ¿Necesitan las cocineras tradicionales tener certificación para obtener un reconocimiento subordinado a lógicas ajenas?
 
La respuesta pasa por reconocer que la cultura no es un bien de consumo neutral, sino un territorio en disputa donde se juegan relaciones de poder. Cuando los sectores privilegiados se asumen como curadores de lo popular, no solo se apropian de formas culturales, sino que redefinen sus significados y les quitan su potencial transformador porque se apropian de la lucha y la cultura.
 
Es momento de preguntarnos no solo qué estamos viralizando o certificando, sino desde dónde y para qué lo hacemos. Porque detrás de cada trend y cada reconocimiento oficial se esconde una pregunta fundamental: ¿quién tiene el poder de decidir qué cuenta como cultura legítima en este país?
 
Esta columna es sobre las intersecciones entre poder, cultura y justicia social en México escrita por la activista social Gwendolyne Negrete