Hoy, en nuestra tierra, se llevará a cabo un nuevo encuentro nacional en torno a los sistemas de fiscalización pública, ahora convocado por la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación. Como sucede con frecuencia, Aguascalientes vuelve a ser anfitrión de foros, mesas de trabajo, selfies institucionales y discursos sobre la transparencia. Y cualquiera pensaría que, con tanto reflector, el Sistema Estatal Anticorrupción estaría brillando con ejemplos de eficacia, previniendo irregularidades, acompañando a los entes que ejercen presupuestos públicos y, llegado el caso, imponiendo sanciones ejemplares.
Pero la realidad es menos épica. El sistema estatal, encabezado por el contralor como su rostro más visible, parece más una pieza decorativa que un instrumento de vigilancia. Y lo peor: esa intrascendencia no es casual, sino que refleja la misma parálisis que la propia ASF ha exhibido históricamente, aunque en el último lustro lo ha hecho con un énfasis especial en la irrelevancia.
Para muestra, el botón de los botones. Más allá del conocido expediente de Next Energy en la capital, nada se ha sabido del caso de la estafa Ponzi, ese desfalco de manual que involucra a la Fiscalía local, al ISSPEA y hasta a la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Una universidad que, por cierto, hoy presume que su rectora levantará la mano para reelegirse, aunque sería interesante escuchar cómo piensa explicar que la ASF le tiene apuntados más de 136 millones de pesos sin comprobar entre 2017 y 2024. Una cifra nada menor que ahí sigue, dormida en los reportes, sin resarcimiento ni castigo.
Lo curioso es que en paralelo los funcionarios del “combate a la corrupción” —los mismos que disfrutan de casas cómodas en la zona dorada, con sueldos que ya quisieran los académicos o los policías— siguen en sus cargos como si fueran parte del mobiliario institucional. Y mientras tanto, los ciudadanos seguimos pagando por un sistema robusto en nómina, pero esquelético en resultados. Un lujo burocrático disfrazado de cruzada ética.
Y como si no bastara con ese cuadro de solemnidad hueca, en el otro extremo del espectro político tenemos el estreno más fashion del mes: la senadora Nora y su nueva identidad gráfica. Ya dejó atrás el fallido logo del “infinito” —tan incomprensible como rancherón— y ahora presume tipografía, slogan, programa y hasta estudio propio. Falta que alguien le regale un poco de media training, porque su impecable dicción pierde brillo cuando se empeña en hablar en todos lados como si estuviera en plaza pública o en tribuna senatorial.
Así que entre foros de anticorrupción que no corrigen nada y relanzamientos de imagen que se sienten más como comerciales de shampoo que como proyectos políticos, Aguascalientes confirma su vocación de escenario: mucho reflector, mucho aplauso, pero poco fondo. Habrá que ver si aplica aquí el refrán de que “al que madruga, Dios lo ayuda”… o si, por mucho madrugar, no amanece más temprano.
Hasta aquí subió la roca.