Erika Muñoz Vidrio | 17/08/2025 | 10:31
El reciente arancel del 25 % al calzado importado de Asia no es solo una medida técnica; es una señal política que llega después de años de insistencia de la Iniciativa Privada para frenar la competencia desleal que ha dejado cicatrices profundas en nuestra economía productiva. ¿Puede un país hablar de competitividad si no protege a quienes producen dentro de sus fronteras?No hablamos de un ajuste menor: entre 2022 y 2024, las importaciones de calzado crecieron un 159 %, pasando de 3.79 millones a más de 40 millones de pares, mientras la producción nacional cayó un 12.8 % entre 2019 y 2024. Cada número es una historia: talleres cerrados, familias sin ingresos, comunidades enteras perdiendo su vocación industrial.
Una victoria parcial… y una oportunidad histórica
Este arancel es una victoria ganada a pulso por el sector empresarial, pero si lo dejamos ahí será apenas un parche en una llanta desgastada. ¿Qué sentido tiene reaccionar una y otra vez en lugar de planear con visión de futuro?La verdadera oportunidad está en convertirlo en la piedra angular de una política industrial de Estado que deje de actuar a la defensiva y comience a construir un modelo productivo robusto, competitivo y soberano. Otros países lo han entendido sin titubeos: Estados Unidos aplica la Sección 232 y la 301 para blindar sectores estratégicos; Corea del Sur exige contenido local como condición para acceder a incentivos; Brasil combina aranceles con financiamiento e innovación para elevar la competitividad. México, en cambio, ha jugado a la apertura sin establecer condiciones claras… y el costo lo han pagado nuestras empresas, nuestros trabajadores y nuestra capacidad de decidir.
Una red de protección que empieza a tejerse
El arancel al calzado se suma a otras medidas importantes: en abril de 2024 se impusieron gravámenes de 5 % a 50 % a 544 fracciones arancelarias, incluyendo acero, aluminio, textiles, plásticos, productos químicos y eléctricos. En diciembre, el sector textil recibió un arancel del 35 % para frenar la entrada masiva de mercancía asiática, incluso a través de plataformas como Shein y Temu. Son pasos en la dirección correcta, pero siguen siendo respuestas fragmentadas. Lo que falta es un diseño estratégico de largo plazo que no dependa de coyunturas políticas, sino de una visión país.¿Podemos permitirnos seguir reaccionando a golpe de emergencia sin un diseño estratégico que proteja lo que producimos?
Sectores que ganarían con una defensa inteligente
Proteger el mercado interno no es un acto de aislamiento, es una estrategia de fortalecimiento. La industria automotriz y de autopartes, que representa cerca del 25 % del valor agregado manufacturero en exportaciones, multiplicaría su impacto si incrementa el contenido nacional. La química, farmacéutica y petroquímica tienen una menor dependencia de insumos importados (20–35 %) y un enorme potencial de encadenamiento local. La electrónica y la maquinaria eléctrica, aunque hoy dependen hasta en un 80 % de importaciones, podrían desarrollar proveedores nacionales con incentivos adecuados. Y sectores como la madera, muebles, plásticos y productos químicos básicos, ya protegidos con aranceles, podrían escalar en innovación y competitividad si fortalecen sus cadenas internas.¿Cuántas oportunidades de innovación y empleo estamos dejando ir al no reforzar estas cadenas?
De la reacción a la estrategia
Pasar del decreto puntual a una verdadera soberanía productiva exige cinco líneas de acción permanentes: aranceles estratégicos revisables con criterios técnicos; certificación y trazabilidad obligatoria para frenar mercancías subvaluadas; fortalecimiento real de la proveeduría nacional con incentivos fiscales, financiamiento y capacitación; modernización aduanera y logística inteligente para agilizar el comercio formal y bloquear el ilegal; e integración plena entre la política comercial y la industrial para que la apertura externa no destruya la base productiva interna.
Competir en igualdad no es cerrar la puerta
Defender lo nuestro no es proteccionismo anacrónico, es garantizar que México compita con las mismas reglas que los demás. Si otros subsidian, protegen e invierten en su industria local, ¿por qué nosotros deberíamos competir con las manos atadas? Cada año sin una política integral es un año de más empresas cerrando, más empleos perdidos y más dependencia externa. En un mundo que se reindustrializa y reconfigura sus cadenas de suministro, no tener una estrategia es entregar nuestra soberanía productiva por omisión.
Reflexión final
El arancel al calzado no debe ser el cierre de un capítulo, sino el prólogo de un cambio estructural. Abrir mercados hacia afuera sin cuidar el propio es como construir una casa con las puertas abiertas. La defensa del mercado interno no es un favor al empresariado, es un imperativo de seguridad económica nacional. Si no lo elevamos a política de Estado, estaremos hipotecando el futuro industrial de México. La ventana de oportunidad está abierta, pero no lo estará siempre: es momento de decidir si queremos ser solo un taller de ensamblaje para el mundo o el cerebro y corazón de nuestra propia economía.