“La lucha contra el crimen organizado no admite regateos: exige valor, unidad y resultados.”
En tiempos donde la delincuencia organizada desafía al Estado, no hay espacio para titubeos. Las acciones recientes encabezadas por Omar García Harfuch, en coordinación con la encomienda de alto grado de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, son un recordatorio de que la seguridad nacional exige valor, estrategia y resultados concretos.
Sin regateos, debemos reconocer que la detención de peligrosos delincuentes no es fruto de la casualidad, sino de una labor de inteligencia, logística y compromiso con la paz del país. La coordinación de fuerzas nacionales y el sobrevuelo de una nave de inteligencia norteamericana sobre el Estado de México forman parte de un entramado complejo, donde cada pieza busca anticiparse a la violencia antes de que esta golpee con mayor fuerza.
Frente a ello, qué triste papel el de la oposición, especialmente de quienes, desde el discurso fácil, se aferran a desgastar y deslegitimar cada avance. La crítica política es saludable para una democracia; la negación sistemática de los logros, no. Mientras unos trabajan en el terreno, arriesgando la vida, otros parecen más interesados en la rentabilidad electoral que en la seguridad de las y los mexicanos.
Hoy más que nunca, es momento de cerrar filas como nación. La lucha contra el crimen organizado no es de un partido ni de un gobierno: es de todo México. La historia nos ha enseñado que, ante las amenazas que atentan contra nuestra convivencia y nuestras familias, la única respuesta posible es la unidad.
Porque un país dividido es un país vulnerable.
Porque el crimen se fortalece cuando nos debilitamos entre nosotros.
Y porque la paz no es un regalo, es una construcción diaria que requiere del esfuerzo conjunto de las autoridades, de la sociedad y de cada ciudadano que no se rinde.
Hoy, apoyar estas acciones no es un acto partidista: es un acto de responsabilidad patriótica. Cerremos filas, defendamos a México.