Lunes 18 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

Pollitos, dinastías y aspirinos: el panismo se alista para la guerra

Sísifo | 04/08/2025 | 11:35

Mis amables lectores, ¿cómo están? Aquí con el gusto de siempre de saludarlos y, pues, a disfrutar de algunos renglones de esta noble –aunque a veces asfixiante– profesión de ver, oler y contar lo que otros prefieren esconder. En la política, como en el tianguis, lo que no se vende, se cambia, y lo que no se cambia... se simula. Y eso es lo que hemos visto la pasada semana: simulaciones disfrazadas de relanzamientos, abrazos con fondo electoral y la reaparición de esos personajes que, aunque uno los creyera enterrados, vuelven como aspirinas de recambio: no curan el mal, pero a veces lo calman.

Y sí, ya se nota que esto va a girar. Las piezas empiezan a moverse como en esos ajedreces en donde todos quieren ser reina y nadie acepta el papel de peón. La puesta en escena ocurrió el jueves, en un evento que se quiso vender como un acto de política pública, pero que olía más a mitin disfrazado: el relanzamiento del extinto y reciclado Seguro Popular Aguascalientes, ahora rebautizado como si fuera el nuevo mesías de la salud local. Pero lo que en realidad se presentó fue el primer acto de la tragicomedia preelectoral del PAN rumbo a 2027.

A la diestra de la gobernadora, como quien ya ensaya su juramento, estaba Toño Martín del Campo, el más seguro aspirante al gobierno de Aguascalientes, el panista que ha sabido esperar en la sombra y que ahora aparece como la opción más estructurada de los azules. Toño, ese político de la vieja guardia que ya fue casi todo y que ahora quiere ser todo, mostró tablas, sonrisa bien calculada y hasta el tono pausado del que ya se siente en la boleta.

Y a su siniestra (en todos los sentidos), un nuevo aspirino: el Dr. Rubén Galaviz, quien con el disfraz de secretario de salud mostró ayer su verdadero deseo: ser tomado en cuenta. Que si no le alcanza para el gobierno estatal, dice él, quizá sí para una alcaldía. Vamos, que no le haría el feo al hueso que le toque. ¿Qué tiene de malo querer figurar? Nada. ¿Qué tiene de burdo usar los cargos públicos como trampolín? Pues todo. Pero ya lo decía mi maestro: “La política es el arte de la caja de los pollitos: todos se pisotean y quieren asomar el piquito”.

Y el momento de asomar el pico ha llegado.

Porque mientras unos se acomodan y se abrazan como si fueran compadres, otros ya sienten que los están dejando fuera del cuadro. La inteligente y astuta líder  seguramente ya entendio que la “bufalada” ya anda suelta y que es mejor hacerla de “arriera” que tratar de ponerle tranca. Y claro, no hay equipo que dure 100 años, ni amistad que resista una sucesión.

Los que obraron mal —y vaya que hay varios— recibirán lo suyo. Porque en la política, las facturas siempre se cobran, aunque tarden. Y si bien el acto de la simulación ha sido una forma amable de vivir para muchos funcionarios, pronto serán otros quienes les recuerden lo que ellos mismos escondieron. Algunos con elegancia, otros con saña. Pero se los van a cobrar.

Y no, esta vez parece que no habrá reelección milagrosa ni salvación por decreto. Difícil que alguien repita, incluso con agua mineral. Porque el panismo local se está reconfigurando: se reactiva una vieja dinastía que parecía ya enterrada en el panteón político y que ahora vuelve con más hambre que nunca. Los que vivieron años a la sombra de criterios más “ciudadanizados” regresan con discurso de pureza doctrinaria, pero con el colmillo afilado y las manos listas para cobrar cuotas políticas.

Se viene una guerra azul.

Una guerra donde no solo se peleará por la candidatura a gobernador, sino por todo lo que haya que repartir: alcaldías, diputaciones, regidurías, direcciones. Y en esa guerra, los que están arriba podrían terminar abajo o, peor, en medio de la nada. Porque en este negocio, como en el dominó, los jugadores cambian y las fichas se agotan. Y más vale tener un comodín en la bolsa, como el doctor Galaviz, que no tener ni qué ofrecer en la mesa.

En próximas entregas, hablaremos de los que ya no repiten ni con transfusión de ADN, de los que se quedaron en la banca mientras otros ya calientan en el campo, y de esa dinastía blanquiazul que amenaza con revivir como si nada hubiera pasado, como si el 2022 nunca hubiera existido, y como si los errores no tuvieran memoria. Pero ya veremos si el electorado tiene la memoria más corta que la conciencia de sus políticos.

Hasta aquí esta entrega. Porque como diría el viejo sabio del barrio: "el que avisa no es traidor, es observador". Y en Aguascalientes, el que no observa... lo acaban observando desde fuera.

Hasta aquí subió la roca.