Domingo 17 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

90 días de soberanía nacional

Edgar Obed Márquez Martínez | 01/08/2025 | 18:25

La Presidenta insiste en que su relación con Donald Trump es sólida, estratégica y, por momentos, incluso amistosa. Hace un par de días, y con muy buen talante, en la mañanera se anunció -después de una negociación entre los presidentes- una prórroga de tres meses para la revisión del esquema arancelario que impone Estados Unidos a México. Lo presentó como un logro diplomático, una muestra del diálogo abierto con la Casa Blanca. Sin embargo, esa extensión no despeja el panorama: solo patea el problema unas semanas adelante y, mientras tanto, la incertidumbre se mantiene.

El gobierno ha apostado más por la narrativa que por la estrategia. Se habla de soberanía, dignidad y defensa del pueblo, pero en los hechos, la respuesta ha sido pasiva, temerosa, de inmovilidad ante los embates arancelarios de Trump. Ante ellos, el gobierno mexicano ha mostrado más buena voluntad que firmeza. Y si bien es cierto que la economía mexicana no ha colapsado —como algunos temían—, eso parece deberse más a que a Estados Unidos no le conviene una catástrofe económica en su patio trasero, que a los aciertos de nuestra diplomacia.

La falta de una ruta clara es notoria. No hay una explicación consistente sobre cuál es el límite de aranceles que el gobierno está dispuesto a aceptar, ni qué medidas tomaría México en caso de alcanzar ese límite, ni se ha transparentado en qué consiste el "plan B" —al que hace referencia la Presidenta— que, según se dice, fue diseñado con cabeza fría y amor al pueblo. Pura retórica, pero ¿y la estrategia?

Comparado con otros países, México ni ha sido el más beneficiado ni el peor tratado. Japón, Corea del Sur o la Unión Europea enfrentan menores cargas arancelarias, quizá porque sí supieron implementar su propio plan B. Por otro lado, México y Canadá comparten una misma cancha: ambos forman parte del TMEC y enfrentan presiones similares por parte de Estados Unidos. Sin embargo, sus respuestas no podrían ser más distintas. Canadá optó por la vía tradicional: respondió con aranceles de represalia, marcando límites claros. México, en cambio, eligió la narrativa por encima de la acción. Agradeció y bajó la cabeza, eso sí, envuelto en discursos sobre soberanía y dignidad nacional.

Se agradecería que el gobierno mexicano actuara como el canadiense: que defendiera la soberanía con hechos, aunque nos privaran de los discursos en la plaza pública. No al revés, como ocurre ahora, que nos defienden con discursos y nos privan de los hechos.