Lunes 18 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

Como un ladrón a pleno día

Dr. Mauricio López | 01/08/2025 | 18:23

Juventud, populismo y el vacío del porvenir

“Los jóvenes no creen en nada, pero están dispuestos a creerlo todo.”

Alain Badiou

Vivimos en un tiempo extraño, donde lo visible y lo invisible han cambiado de lugar. El poder ya no se oculta: se exhibe. El cinismo dejó de ser una excepción para convertirse en sistema. Lo que antes se hacía a escondidas, hoy se celebra con likes, con viajes, con ostentación rampante. Como diría el filósofo y psicoanalista SlavojŽižek, asistimos al espectáculo del poder actuando “como un ladrón a pleno día”.

En medio de esta escena, los jóvenes esa palabra tantas veces vaciadatransitan un mundo plagado de ruido, pero falto de sentido. Como advirtió Badiou, su aparente indiferencia no es apatía sino desamparo: no creen en nada, porque todo se les ha sido prometido y nada se les ha sido cumplido. Les dijimos que eran el futuro, pero les quitamos el presente. Les ofrecimos todas las respuestas, pero les prohibimos las preguntas profundas.

¿Y qué se hace con ese vacío? El populismo de izquierda o de derecha, da lo mismolo sabe. Aparece no como propuesta racional, sino como espectáculo emocional. No ofrece verdad, sino pertenencia. Promete un enemigo, un culpable, una identidad simplificada y, sobre todo, una pasión instantánea que calme el malestar sin curarlo.

Žižek lo advierte sin rodeos: el populismo es una forma de goce perverso. Nos hace sentir parte de algo, pero nos arranca la posibilidad de pensar. Nos llama a obedecer, no a comprender. En su lógica, no importa el acto justo, sino el gesto fuerte. No interesa lo que transforma, sino lo que sacude.

Pero el problema no termina allí. Hoy, todo incluso la rebeldíaes mercancía. A los jóvenes se les dice que pueden cambiar el mundo desde una aplicación, que pueden ser revolucionarios con una camiseta de marca. El sistema ha domesticado incluso el deseo de cambio. Lo vuelve producto, lo convierte en espectáculo, lo digiere para seguir intacto.

Y entonces, ¿qué queda?

Queda pensar. Queda dudar. Queda sostener el malestar como semilla de otro mundo. Queda, como decía Badiou, crear posibilidades donde ya no las hay. No para volver a creer en promesas vacías, sino para reinventar la esperanza como acto. Como gesto ético. Como obstinación del alma.

Porque la esperanza no es un optimismo ingenuo, sino una fidelidad lúcida a lo que aún puede nacer. No es esperar sentados, sino andar con otros. No es un estado del ánimo, sino una decisión del espíritu.

A veces, la luz más verdadera no brilla. Arde en silencio. Y tal vez aún hay jóvenes de edad o de almaque no buscan seguidores, sino sentido. Que no desean brillar, sino encender. Que no quieren el poder, sino la verdad.

A ellos, a los que aún se duelen por lo injusto y no se han rendido al cinismo, les dedico estas palabras como un pequeño faro en la niebla.