Lunes 18 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

El nuevo colonialismo no lleva bandera: lleva logotipo

Erika Muñoz Vidrio | 31/07/2025 | 18:24

¿Quién decide qué se produce en México?

México presume cifras récord en exportaciones, atracción de inversiones extranjeras y expansiones industriales. Los parques industriales están saturados, los anuncios de nuevas plantas no cesan y la narrativa oficial es triunfalista: "Somos el epicentro del nearshoring."

Pero hay una verdad que se oculta tras las cifras: en México se produce mucho... pero se decide poco.

La pregunta es urgente, incómoda y reveladora:¿Quién está decidiendo realmente qué se fabrica en este país?Porque si no somos nosotros, si no es el empresariado nacional ni el Estado mexicano, entonces hemos cedido, sin declararlo, la soberanía industrial del siglo XXI.

Soberanía industrial: la condición perdida

En tiempos pasados, el colonialismo imponía reglas por la fuerza. Hoy, se ejerce a través de decisiones corporativas globales, cadenas de suministro opacas y estrategias que se definen fuera de nuestras fronteras. El nuevo colonialismo no necesita banderas. Solo necesita logotipos.

Celebramos la llegada de OEMs y Tier 1 con bombo y platillo, pero no analizamos el fondo: sus cadenas están cerradas, sus centros de decisión están fuera, su compromiso con el ecosistema local es mínimo y su inversión en innovación compartida es casi inexistente.

La industria mexicana está funcionando como operadora técnica de proyectos ajenos. Ejecutamos. Cumplimos. Ensamblamos. Pero no decidimos, no diseñamos, no controlamos.

El espejismo de los números

Exportar no es sinónimo de desarrollo. Exportar sin contenido nacional, sin integración local, sin transferencia tecnológica, es repetir el modelo maquilador con otro nombre.

El crecimiento industrial actual carece de dirección estratégica. ¿Dónde está el plan nacional para definir qué sectores vamos a liderar? ¿Cuál es nuestra estrategia de transición tecnológica? ¿Cómo garantizamos que el talento local participe en la ingeniería, la propiedad intelectual o el desarrollo de soluciones?

Sin respuestas claras, lo que estamos haciendo es permitir que otros definan nuestro futuro. Y eso no es crecimiento. Eso es dependencia sofisticada.

Lo que se produce... se decide fuera

Los modelos de vehículos, las tecnologías aplicadas, los materiales usados y hasta los procesos implementados no nacen en nuestras mesas de planificación.

Llegan estandarizados desde oficinas corporativas en Detroit, Tokio, Stuttgart o Seúl. Se implementan sin diálogo nacional, sin adaptación al contexto local y sin vinculación con centros de conocimiento mexicanos.

Y, sin embargo se celebran como logros nacionales.

Pero no lo son.

Un país que solo replica decisiones externas, por más eficiente que sea, no está innovando ni liderando. Está obedeciendo.

Y la obediencia operativa, aunque rentable a corto plazo, es la antítesis de la soberanía productiva y el mayor obstáculo para construir un verdadero liderazgo económico.

No basta con atraer inversión: hay que gobernarla con inteligencia estratégica y dignidad industrial

México necesita capital global, sí, pero también necesita ejercer soberanía productiva. Eso implica establecer condiciones claras y no negociables: contenido nacional obligatorio, integración real de MIPYMEs, desarrollo de talento técnico local, transferencia tecnológica efectiva y vinculación con centros de innovación nacionales.

La apertura sin estrategia es sumisión. Y la inversión sin reglas es dependencia.

Países como Corea del Sur, Alemania o incluso Vietnam están demostrando que se puede atraer capital sin entregar el futuro productivo. Corea exige contenido local en industrias clave; Alemania vincula inversión extranjera con centros tecnológicos nacionales; Vietnam condiciona incentivos a la transferencia de tecnología.

En contraste, en México seguimos esperando que la integración local ocurra por inercia, sin establecer reglas claras ni exigir compromisos firmes.

La pregunta es: ¿cuándo vamos a dejar de actuar como simple territorio operativo y empezar a comportarnos como una nación con rumbo y dignidad industrial?

¿Dónde está la política industrial?

Mientras potencias como Estados Unidos, Alemania, China o Corea del Sur despliegan estrategias industriales agresivas, con subsidios billonarios, programas de innovación, contenido local obligatorio y desarrollo de tecnologías clave, México permanece sin una hoja de ruta clara, sin prioridades definidas y sin articulación entre el gobierno, la industria y la academia.

No hay rectoría técnica desde el Estado. No hay gobernanza territorial de las inversiones. No hay un plan maestro que nos diga cuáles son los sectores del futuro que queremos liderar ni cómo vamos a prepararnos para ello.

Y sin estrategia industrial, lo que parece crecimiento es, en realidad, cesión de soberanía disfrazada de desarrollo.

Reflexión final: producir sin decidir es una forma moderna de dependencia

La verdadera soberanía industrial no está en cuánto exportamos, sino en cuánto control tenemos sobre lo que producimos, cómo lo hacemos y para quién.

No basta con crecer hacia afuera si seguimos cediendo poder hacia adentro. Es momento de pasar de operarios eficientes a estrategas industriales. De dejar de obedecer planes ajenos y empezar a construir nuestra propia narrativa productiva.

El nuevo colonialismo no necesita imponerse. Solo espera que sigamos callando.

La decisión es nuestra: seguir siendo línea de ensamblaje… o convertirnos en cerebro industrial del país que queremos construir.