Domingo 17 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

Gentrificación: Entre la revitalización y el desplazamiento

Jorge Antonio Rangel Magdaleno | 31/07/2025 | 18:22

La gentrificación es un fenómeno urbano que, aunque a menudo se asocia con despojo y desplazamiento, también conlleva beneficios que no deben ignorarse. Se presenta en muchas ciudades del mundo como parte de una dinámica global: inversión extranjera, movilidad internacional, turismo y cambios demográficos acelerados. Desde Brooklyn en Nueva York hasta Lisboa, pasando por Buenos Aires, Madrid o Ciudad de México, el patrón es similar: barrios antiguos o populares reciben un impulso económico y estético que los transforma, para bien y para mal.

En México, este proceso se ha extendido más allá de la capital. En Guadalajara, el barrio Americana se ha convertido en un punto de encuentro cultural y gastronómico gracias a la llegada de nuevos negocios y a la rehabilitación de edificios históricos. En Monterrey, zonas como Barrio Antiguo han revivido después de décadas de abandono. En Mérida, la llegada de extranjeros y el auge del turismo han restaurado casonas coloniales que, de otro modo, hubieran seguido en ruinas. Incluso en Aguascalientes, aunque a menor escala, ya se observan indicios: en zonas del centro histórico, proyectos de remodelación, cafés de autor y galerías han atraído a nuevos residentes y visitantes con mayor poder adquisitivo, revalorizando la zona pero también encareciendo rentas y reduciendo opciones para familias de ingresos medios.

Estos cambios han generado empleo, mejor infraestructura y más oferta cultural. Sin embargo, los beneficios no llegan sin costo. El aumento acelerado de rentas, la especulación inmobiliaria y la reconversión de viviendas en alojamientos temporales suelen expulsar a los habitantes originales, transformando no solo la fisonomía física de los barrios, sino también su tejido social. En Oaxaca, por ejemplo, la demanda turística ha elevado los precios de vivienda en el centro histórico a niveles impensables para la población local. Lo mismo ocurre en San Cristóbal de las Casas o en Playa del Carmen, donde el mercado inmobiliario se ha orientado más al visitante extranjero que al residente local.

La experiencia internacional muestra que la gentrificación puede gestionarse para maximizar beneficios y reducir daños. Ciudades como Barcelona han implementado límites a las licencias de alojamiento turístico y han creado programas de vivienda pública para retener a sus vecinos originales. Berlín ha aprobado leyes para congelar rentas en zonas críticas. Incluso en Lisboa, donde la gentrificación fue intensa, se han puesto en marcha políticas para recuperar vivienda para residentes permanentes.

En México, los retos son similares. Reconocer los aspectos positivos —renovación urbana, dinamismo económico, mejora de servicios— no implica negar los impactos negativos. La clave está en encontrar un equilibrio que combine inversión con inclusión, apertura global con protección local. Las ciudades mexicanas necesitan políticas claras: regulación del mercado de renta, control del turismo desmedido, construcción de vivienda asequible y fortalecimiento de los derechos de los inquilinos.

La gentrificación no tiene que ser sinónimo de despojo. Puede ser una oportunidad para revitalizar barrios sin borrar su identidad. La pregunta es si las ciudades mexicanas y sus gobiernos están dispuestos a tomar las decisiones que hagan posible ese equilibrio.