Domingo 17 de Agosto de 2025 | Aguascalientes.

El inconsciente también es de clase: salud mental y sufrimiento social en tiempos de precariedad

Dr. Mauricio López | 25/07/2025 | 16:57

“Nadie se psicoanaliza en el vacío.”

Esta frase, que podríamos atribuir tanto a un freudiano herético como a un marxista lúcido, nos recuerda que el sujeto del inconsciente no está al margen del mundo, sino atravesado por él. La pobreza, el desempleo, las deportaciones, el abandono institucional, los discursos de odio no son solo datos de la realidad social; son vivencias que horadan el alma, que se inscriben como trauma, como angustia difusa, como síntomas que ningún ansiolítico logra callar.

En México, vivimos tiempos de simulación y desamparo. Mientras se alza una retórica oficial que proclama bienestar, abajo en las calles, en las familias, en la consulta psicológicase multiplican los signos de un malestar estructural: violencia intrafamiliar, ataques de pánico, ansiedad crónica, adolescentes sin horizonte, trabajadores con miedo de ser despedidos, adultos mayores sin pensión, niños sin comida ni escuela.

Desde la perspectiva del freudo-marxismo, autores como Erich Fromm, Wilhelm Reich o Alfred Lorenzer, por citar solo algunos, ya advertían que el sufrimiento psíquico es también producto de las condiciones materiales de existencia. Reich, por ejemplo, sostenía que la represión sexual y la estructura autoritaria de la familia servían a la reproducción del sistema económico, moldeando caracteres sumisos, temerosos y obedientes. Fromm, por su parte, hablaba del “miedo a la libertad” que el capitalismo inducía al sustituir el ser por el tener.

En la actualidad, podríamos añadir: el miedo a no llegar a fin de mes, la angustia de no tener acceso a servicios médicos, la incertidumbre ante la falta de oportunidades laborales. Todo eso también es trauma. También es angustia. También es síntoma. Y aunque no siempre se diga en voz alta, son factores que estructuran la subjetividad.

Hay quienes, desde el poder, sostienen que “todo está mejor que nunca”, y descalifican como conservador o traidor a quien señala las grietas. Pero el psicoanálisis el verdadero,no se somete al discurso dominante. Su deber es escuchar lo que no se dice, lo que se reprime, lo que el sistema no quiere mostrar. Y ahí está el analista, no para dictar soluciones, sino para acompañar al sujeto a recuperar su voz.

En este sentido, la salud mental no puede desvincularse de la justicia social. Un país donde se normaliza la violencia, donde se idealiza la pobreza, donde se invisibiliza el dolor, es un país enfermo. Y no basta con construir más hospitales psiquiátricos o recetar antidepresivos: hace falta crear condiciones de existencia dignas, abrir espacios de escucha, y asumir que el sufrimiento individual también es una herida colectiva.

Decía Marx que la crítica de la religión es la premisa de toda crítica. Tal vez hoy podamos decir: la crítica del optimismo ciego es la condición para una salud mental lúcida y verdadera. Y el psicoanálisis, en su versión más ética, puede ser una brújula para atravesar estos tiempos con conciencia y con humanidad.