En política —y sobre todo en el ejercicio del poder— los asesores y encargados de comunicación deben ser aliados que sumen, no cargas que resten. Su papel es construir confianza, aportar estrategia y fortalecer proyectos, no convertirse en fuentes de intriga, deslealtad o descrédito. Rodearse de personajes con más negativos que méritos siempre termina pasando factura.
En ese contexto, destaca un veterano tinterillo, conocido más por su ingenua picardía que por sus talentos, quien ahora pretende cobrar una mensualidad porque —según dice— su imagen se utiliza en un viejo videojuego de Mario Bros.
Aprovechando la calma política, ha decidido “agitar las aguas” para ver cuántos ingenuos caen en sus juegos y le pagan sus ocho mil pesos al mes por el supuesto servicio de “construirles su imagen”.
Fanfarrón y traicionero, se refugia tras el bigotón, va con el presi asegurándole que “él es el bueno”, se presenta como vocero del bebote y, por las noches, se reúne con los guindas.
Su asesor campirano —ese que le aplaude todo— le ha hecho creer que es un talento desperdiciado.
Piensa que el respetable ya olvidó aquellas cartitas que redactaba cuando profesaba amor eterno al PRI, firmándolas con el clásico “tus amigos de siempre”. Algunos azules aún lo rentan, y él se engaña pensando que los orienta.
En la picaresca vida de los aguascalentenses, este tipo de personajes se aprecian como animales del jurásico, aunque intenten presentarse como digitales.
En esta peculiar vecindad, sin querer queriendo, el susodicho dice una cosa y hace otra, siempre en busca de pelotas o tortas de jamón como recompensa cotidiana.
Su falta de seriedad y su desgaste lo han dejado sin respaldo, al grado que hasta sus propios patrocinadores prefieren sacarle la vuelta. No es raro verlo meditando: “¿Y ahora… quién podrá defenderme?”
El Chipote Chillón pronto le dará las lecciones que la política suele reservar a los impostores.
Se dice más noble que una lechuga… pero su verdadero escudo es un ¡Chayotón!
Y sus redes lo confirman: ¡Síganme los menos!
Por otro lado, mientras algunos juegan al “vecindario político”, el escenario de fondo se torna mucho más serio.
No podíamos cerrar la semana sin al menos mencionar la gravedad creciente de las acusaciones de contubernio entre autoridades y delincuencia. Las olas que sacuden Tabasco muestran el desastre que sigue cuando las élites gubernamentales deciden pactar con las estructuras criminales: tarde o temprano, esos acuerdos se voltean contra ellos.
Para Aguascalientes, la lección es clara: no valen las normalizaciones ni las simulaciones. La autoridad debe actuar con decisión, transparencia y principios firmes.
Todo lo demás —incluida la promoción de bailes y eventos festivos para “lavar escenarios”, las extorsiones persistentes o la tolerancia a redes criminales— es un pacto imposible de sostener para quienes entienden que la rueda del poder no perdona la debilidad ni el doble discurso.
Aguascalientes debe seguir su propia ruta: gobernar sin titubeos, sin concesiones, sabiendo que la única negociación legítima es con la ley y con la ciudadanía.
Porque en temas de legalidad y politica, como en las matemáticas…todo lo que no es totalmente correcto, está mal.
Hasta aquí subió la roca.