Domingo 6 de Julio de 2025 | Aguascalientes.

Los nuevos bárbaros: cuando la profundidad se vuelve sospechosa

Dr. Mauricio López | 04/07/2025 | 18:43

Comienza con algo inquietante.
Con un niño que desliza su dedo sobre una hoja real esperando que se mueva.
Con un adolescente que repite frases de moda sin saber de dónde vienen.
 
Con una mujer que mira una pintura, pero se marcha sin detenerse porque “ya la vio en Instagram”.
Vivimos en un mundo donde todo puede ser tocado, pero casi nada es habitado.
 
El filósofo Walter Benjamin, en su tiempo, ya lo advertía: la experiencia está siendo sacrificada. Su concepto del “aura” ese resplandor único, irrepetible, que envuelve una obra auténtica, un momento vivido profundamente se ha desvanecido entre la reproducción mecánica y la prisa de lo inmediato.
 
Ya no hay tiempo para el asombro.
No hay espacio para la pausa.
El silencio se ha vuelto sospechoso, y lo profundo… incómodo.
 
Los bárbaros no vienen del norte.
 
Alessandro Baricco lo dice claro: ya están aquí, y no llegaron con espadas, sino con smartphones.
 
No destruyen templos: los rediseñan como experiencias interactivas.
No queman bibliotecas: simplemente dejan de leer.
No buscan sentido: buscan estímulo. Y lo encuentran, en dosis fugaces, en pantallas luminosas que no iluminan el alma.
 
Estos nuevos bárbaros no son ignorantes. Al contrario: son veloces, hábiles, funcionales.
Han aprendido a navegar, pero no a sumergirse.
A tocar todo, sin tocarse por nada.
No son crueles: son indiferentes. Y esa, quizás, es la forma más sutil de barbarie.
 
 
¿Y nosotros?
 
¿Dónde quedamos los que aún creemos que la vida tiene alma?
¿Dónde se refugian quienes aún honran lo invisible, lo lento, lo simbólico?
 
Tal vez no podamos detener esta mutación cultural. Pero sí podemos resistirla con gracia.
Resistir no es gritar.
Resistir es seguir sembrando profundidad en un mundo que solo quiere velocidad.
Es cuidar lo que no se mide, lo que no se compra, lo que no se puede escanear.
 
Resistir es seguir escuchando con el cuerpo.
Es mirar a los ojos con presencia.
Es escribir como quien borda.
Es tocar un alma sin necesidad de un clic.
 
La humanidad, me dicen, está cada vez peor.
Y yo te respondo, hermano: puede ser.
Pero todavía hay almas que no se rinden.
Todavía hay testigos compasivos.
Todavía hay quienes, como tú, eligen el camino del alma… incluso cuando el mundo lo llama locura.