Mucho se suele hablar en la sociedad de las dificultades que presentan algunas personas al momento de pretender obtener un trabajo. Muchos se enfrentan a la dificultad de obtenerlo por temas de edad, preparación académica o simplemente porque las vacantes que se ofertan son muy pocas.
La falta de empleo hace que lamentablemente muchas familias entren en crisis no únicamente en cuestión económica sino también la falta de un empleo trae como consecuencia constantes problemas entre los esposos y demás integrantes de la familia. Lo cierto es que quienes tienen un empleo estable también se quejan de no alcanzar a solventar todos los gastos.
La vida para casi todos se nos presenta cada vez más cara. Con el mismo dinero ahora tenemos acceso a menos productos, lo que va contribuyendo a subrayar aún más la desigualdad social en la que vivimos.
Pero ¿qué hay de aquellas personas que no desean trabajar?, ¿cómo explicar que hay muchas personas que gozan de buena salud, son jóvenes y llenas de habilidades, pero les falta algo…querer trabajar?
Conozco a varias personas que han hecho del pedir su manera de vivir, no trabajan, y prácticamente todo el día lo pasan gastándolo en todo, menos en laborar. Se convierten así en presa de vicios como la droga y hoy el tan difundido cristal. Vicio que los enajena y despersonaliza y les impide reconocer que todos tenemos un gran valor por el simple hecho de ser personas, de ser hijos de Dios. Las adicciones, así como carcomen el cuerpo van desapareciendo del hombre su ser persona.
Ninguna persona debería tener por hogar la calle, pero también es cierto que muchas lo eligen simplemente por no querer trabajar. Para nosotros como creyentes el trabajo es una bendición de Dios, que maravilla poder trabajar y así contribuir a construir una mejor sociedad además de tener la posibilidad de acceder a mejores condiciones de vida.
Cierto es que trabajamos para vivir y no vivimos para trabajar, pues es el ser humano quien ennoblece el trabajo y no al revés. Es por lo que el trabajo siempre será un regalo de Dios.
El trabajo, desde la perspectiva de la Iglesia Católica, no es simplemente una actividad económica o una necesidad para la supervivencia; es una participación en la obra creadora de Dios y un camino hacia la santificación. De manera que en el trabajo nos santificamos y por medio del trabajo tenemos la posibilidad de cooperar a tener una mejor sociedad.
Valoremos la oportunidad que tenemos de trabajar y veamos en la actividad que cada uno de nosotros realizamos la oportunidad de unirnos al Señor. Recordemos que Jesús en el evangelio nos dice: “Mi Padre trabaja y yo también trabajo” Jn.5, 17.