Jueves 26 de Junio de 2025 | Aguascalientes.

Los Cuerpos Ausentes: Infancia y adolescencia Desvanecida en las Redes del Poder

Gwendolyne Negrete Sánchez | 23/06/2025 | 11:23

 
En las calles de nuestraciudaduna tragedia silenciosa se despliega cada día: adolescentes y jóvenes que desaparecen del mapa social, engullidos por estructuras criminales que los convierten en herramientas desechables. Pero esta realidad no es neutra al género, ni tampoco es un fenómeno que podamos analizar sin considerar las múltiples violencias que se entrecruzan en los cuerpos más vulnerables de nuestra sociedad.
 
 La Masculinidad Como Trampa Mortal
 
Los datos son contundentes: los adolescentes y jóvenes varones representan un porcentaje desproporcionado de quienes son reclutados por organizaciones criminales. Esto no es casualidad. El crimen organizado explota deliberadamente los mandatos de masculinidad tóxica que nuestra sociedad impone desde la primera infancia: ser proveedor, demostrar valentía, no mostrar debilidad, resolver conflictos con violencia.
 
Para un niño de 12 años que vive en contextos de pobreza, que ha crecido sin referentes paternos positivos y que enfrenta diariamente la humillación de no poder satisfacer las necesidades básicas de su familia, la propuesta del narcotráfico se presenta como una oportunidad de “ser hombre” según los parámetros que la sociedad le ha enseñado. El crimen organizado no recluta adolescentes; manufactura soldados a partir de las heridas que el patriarcado ha dejado en sus identidades en construcción.
 
 Las Niñas: Invisibles en su Propia Explotación
 
Mientras tanto, las niñas, adolescentes y jovencitas que caen en estas redes enfrentan una doble invisibilización. Por un lado, las estadísticas oficiales suelen subreportar su participación porque sus roles dentro de las organizaciones criminales se perciben como “menos relevantes”: son las novias, las cuidadoras, las que transportan mensajes. Por otro lado, cuando su participación se reconoce, se les victimiza de tal manera que se niega su agencia, incluso en contextos donde esa agencia está severamente limitada.
 
Esta invisibilización es particularmente perversa porque oculta las formas específicas de violencia que experimentan: explotación sexual sistemática, embarazos forzados, feminicidios cuando intentan escapar o cuando “fallan” en sus encomiendas. Sus cuerpos se convierten en territorio de conquista y control, mientras que sus desapariciones se normalizan bajo la lógica de que "se fueron con el novio” o “se lo buscaron”.
 
 La Interseccionalidad del Abandono
 
No podemos hablar de este fenómeno sin reconocer que quienes desaparecen en las redes del narcotráfico no son elegidos al azar. Son los niños, niñas y adolescentes que ya habían sido abandonados por el Estado: los que viven en colonias marginadas, los que han desertado del sistema educativo, los que provienen de familias desintegradas por la violencia estructural, incluso los que pertenecen a pueblos originarios.
 
Es decir, el crimen organizado no crea vulnerabilidad; la explota. Se alimenta de las brechas que nosotros, como sociedad, hemos permitido que se abran. Cada niño que no encuentra lugar en una escuela, cada adolescente que no ve futuro en su comunidad, cada joven que no encuentra empleo digno, se convierte en candidato potencial para el reclutamiento.
 
Un Estado Ausente y una Sociedad Cómplice
 
Resulta profundamente hipócrita que expresemos indignación por las desapariciones mientras seguimos perpetuando las condiciones que las hacen posibles. Seguimos construyendo masculinidades que asocian el valor personal con la capacidad de violencia. Seguimos normalizando la pobreza como si fuera un fenómeno natural y no una decisión política. Seguimos criminalizando a las víctimas en lugar de cuestionar las estructuras que las producen.
 
El Estado, por su parte, responde con más violencia, con mas policías y con mas negación del problema y ejercicio de poder.  Como si el problema fuera la existencia de jóvenes “delincuentes” y no la ausencia de oportunidades reales de desarrollo. Como si se pudiera combatir la violencia con más violencia, sin considerar que cada operativo policíaco ciertos lugares y en territorios marginados no hace sino confirmar a los niños y adolescentes que el poder se ejerce a través de las armas.
 
 Hacia una Política de los Cuidados
 
La salida a esta crisis requiere una transformación radical de nuestros paradigmas. Necesitamos políticas públicas que reconozcan que la prevención del reclutamiento criminal es, fundamentalmente, una política de cuidados. Esto significa:
 
Primero, crear masculinidades alternativas que no dependan de la demostración de poder sobre otros cuerpos. Segundo, generar oportunidades reales de desarrollo económico en los territorios más vulnerables. Tercero, construir sistemas educativos que no expulsen a quienes más necesitan contención. Cuarto, desarrollar programas de protección que no criminalicen a las víctimas.
 
Pero sobre todo, necesitamos reconocer que cada niño, niña, adolescente y joven que desaparece en las redes del narcotráfico es una falla colectiva; son el resultado predecible de una sociedad que ha decidido que algunos cuerpos son desechables.
 
La Urgencia del Presente
 
Mientras escribo estas líneas, en algún lugar un niño de 13 años está siendo convencido de que cargar un arma lo convertirá en hombre. Una niña de 15 años está siendo forzada a transportar droga en su cuerpo porque nadie sospechará de ella. Un adolescente está desapareciendo del mundo visible para convertirse en una estadística más.
 
La pregunta que debemos hacernos no es cómo rescatarlos una vez que ya están adentro, sino cómo construir una sociedad donde no tengan que buscar en el crimen organizado lo que nosotros no supimos darles: dignidad, futuro, pertenencia.
 
Porque al final, los cuerpos que desaparecen en las redes del narcotráfico no son solo víctimas del crimen organizado. Son víctimas de nuestra incapacidad colectiva para imaginar y construir mundos donde todos los niños, niñas y adolescentes tengan lugar.