Jueves 12 de Junio de 2025 | Aguascalientes.

LOS RITUALES REPUBLICANOS

Dr. Mauricio López PhD | 09/06/2025 | 12:17

Razón y sentido en el corazón de la democracia

A lo largo de la historia, las repúblicas democráticas han cultivado un lenguaje propio: el de sus rituales. No hablamos aquí solo de formas vacías o de protocolos acartonados, sino de gestos, símbolos y palabras que encarnan un espíritu: el de la razón pública, el respeto al otro, la dignidad de los cargos y la solemnidad del servicio.

Estos rituales republicanos, presentes en países como México, Estados Unidos, Francia, España, Inglaterra por citar algunos, son herencia de aquellos hombres ilustrados, de honor, que sentaron las bases del Estado moderno. Hablamos de los liberales, como George Washington, Abraham Lincoln, Thomas Jefferson en Estados Unidos; Lafayette y los girondinos en Francia; los liberales de Cádiz en España; y en México, hombres como Benito Pablo Juárez García, Ignacio Ramírez y tantos otros que forjaron la República.

Sus gestos, sus palabras, sus símbolos no eran casuales: eran vehículos de sentido. La toga, por ejemplo, no es un simple ornamento: es el símbolo de la investidura del saber, del compromiso ético con la causa más elevada, sea en la academia o en la justicia. La guayabera prenda entrañable y popular no hace pueblo por sí misma, mucho menos cuando es utilizada como artilugio populista o como gesto vacío. Son los valores, la conducta y el ejemplo de quien la porta los que pueden darle, o no, significado.

Hoy en México se ha desatado un debate: ¿usar toga o no en las ceremonias oficiales?, ¿vestir “de pueblo” o respetar los signos del saber y la institucionalidad? Más allá de modas o coyunturas, es importante recordar que las formas republicanas no son meros accesorios: son expresiones condensadas de un ideal civilizatorio, del respeto al triunfo democrático, de la valoración de la palabra pública.

Qué hermoso y poético resulta aún escuchar fórmulas como: “La presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”, o en las cámaras legislativas: “Con su venia, señora presidenta” o “señor presidente”. Son expresiones de civilidad, de reconocimiento del otro, de la autoridad legítima emanada de la voluntad popular.

Aquí me permito una reflexión más de fondo: acaso no esté en este espíritu, en este ethos republicano, la cuarta vía que tanto necesita México. Una vía más allá de partidos, de movimientos efímeros, de polarizaciones estériles entre derechas e izquierdas. Una vía de mujeres y hombres de buenas costumbres, formados en la templanza, en la razón, en el respeto por el bien común y por el arte de gobernar.

Recuperar este espíritu liberal en su sentido más noble como afirmación de la libertad individual, del respeto a la ley, de la civilidad democrática, de la fortuna bien ganada con esfuerzo y mérito es hoy más necesario que nunca. No para anclarnos en el pasado, sino para proyectar hacia el futuro una República más fuerte, más justa y digna.

Recuperar este espíritu liberal en su sentido más noble como afirmación de la libertad individual, del respeto a la ley, de la civilidad democrática, de la fortuna bien ganada con esfuerzo y mérito es hoy más necesario que nunca.

Porque una República no se sostiene sólo en leyes ni en discursos, sino en los valores compartidos que se cultivan y transmiten a través de sus rituales y símbolos. Son estos los que nos recuerdan que la autoridad emana del pueblo, pero que el ejercicio del poder exige virtud, templanza y respeto.

Quizás allí, en ese tejido invisible de gestos, palabras y silencios cargados de significado, habite la vía que aún nos falta recorrer: la de una República madura, sobria, respetuosa de sí misma, capaz de trascender la inmediatez de la contienda política y de abrazar el horizonte más alto de la vida democrática.

Como decía un ilustre pensador: “Las formas son la expresión del fondo: cuando se las desprecia, es el fondo mismo el que se degrada”. Que no perdamos nunca el hilo de esta herencia que ennoblece a las naciones verdaderamente libres.