En el contexto actual de crisis hídrica, inseguridad alimentaria y cambio climático, el Plan Hidráulico del Noroeste (PLHINO) representa una alternativa estratégica para garantizar el desarrollo sostenible del país. Este megaproyecto, concebido originalmente en 1970 y actualizado en 2005 por el ingeniero Manuel Frías Alcaraz, propone una solución estructural al desequilibrio hídrico entre el sur húmedo y el norte seco de México.
El corazón técnico del PLHINO se basa en la captación de agua de la cuenca alta del río Santiago, particularmente en Nayarit, para luego ser transferida hacia el norte. Esto se lograría a través de una red de presas, túneles, acueductos, estaciones de bombeo y canales de conducción a cielo abierto. El trazado incluye, entre otras obras clave: Aprovechamiento de agua en el río Santiago, mediante presas derivadoras para captar hasta 8 mil millones de metros cúbicos anuales; Construcción de túneles hidráulicos a través de la Sierra Madre Occidental, incluyendo un túnel de más de 23 kilómetros de longitud entre Nayarit y Sinaloa; Desarrollo de canales y acueductos de más de 500 km que permitirían el transporte del agua hasta el Valle del Fuerte y otras zonas agrícolas; e Integración de infraestructura de riego tecnificado para asegurar la eficiencia hídrica en los campos agrícolas.
El PLHINO tiene el potencial de incrementar la superficie agrícola irrigada en más de 800 mil hectáreas, especialmente en regiones que dependen del temporal o que enfrentan una fuerte sobreexplotación de acuíferos. Esto implicaría: Incremento estimado del 30 al 40% en la producción de granos y hortalizas, particularmente maíz, trigo, frijol, tomate, chile y papa; Diversificación de cultivos con alto valor agregado, como frutas tropicales y productos orgánicos para exportación; Generación de más de 300 mil empleos directos e indirectos, tanto en el sector agroindustrial como en la construcción y operación de la infraestructura; e Incremento de la balanza comercial agrícola, ya que México podría ampliar considerablemente sus exportaciones a Estados Unidos, Asia y Europa.
El proyecto, valorado originalmente en alrededor de 12 mil millones de dólares, ha sido considerado autosustentable a mediano plazo, gracias a su alto impacto económico y social. Diversos especialistas han señalado que no se requeriría endeudamiento externo si se opta por esquemas de inversión público-privada (APP) con participación de los gobiernos estatales, productores agrícolas y fondos de infraestructura. Además, el PLHINO permitiría reducir el uso de agua subterránea en regiones sobreexplotadas, lo cual contribuiría a la recuperación de acuíferos y a mitigar el avance de la desertificación. El proyecto también puede ser una oportunidad para incorporar energía hidroeléctrica y paneles solares en estaciones de bombeo, promoviendo un enfoque ambientalmente sostenible.
La seguridad alimentaria es un asunto de seguridad nacional. Países como China, Israel y Estados Unidos invierten sistemáticamente en infraestructura hídrica para proteger su soberanía alimentaria y evitar depender de importaciones estratégicas. México no puede quedarse atrás. Si el país no actúa con visión de Estado, regiones como el noroeste —clave para el abasto de alimentos— pueden colapsar productivamente por falta de agua. Además, el PLHINO sería una medida estructural para atender la migración forzada del campo a la ciudad, generando oportunidades locales para los jóvenes agricultores y fomentando la reactivación económica del medio rural.
En conclusión, el PLHINO debe considerarse una prioridad nacional. No se trata simplemente de un proyecto hidráulico más, sino de una estrategia integral de Estado para garantizar el agua, los alimentos y el desarrollo regional. Ante el cambio climático, el agotamiento de acuíferos y la creciente demanda alimentaria, invertir en el PLHINO es invertir en seguridad, estabilidad y soberanía de México.
Ex Secretario Técnico de la Comisión de Recursos Hidráulicos
del Senado de la República
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