El proyecto de ley de presupuesto es una señal de que el mundo podría estar entrando en una era de hostilidad hacia el capital extranjero, no solo hacia los bienes extranjeros, señaló The Economist.
La revista indicó que Estados Unidos necesita inversionistas extranjeros, y estos necesitan a Estados Unidos, pero las cláusulas ocultas en el proyecto de ley presupuestaria republicano en el Congreso amenazan esta simbiosis crucial.
Mencionó que bajo la oscura "Sección 899", el Secretario del Tesoro obtendrá la facultad de gravar los intereses, dividendos y rentas que fluyen a extranjeros en países con sistemas tributarios que la ley define como "injustos".
La tasa comenzará en el 5%, pero podría llegar al 20% y esto podría significar menores rendimientos para los fondos de pensiones, los gobiernos y los inversionistas individuales del resto del mundo. Las empresas con operaciones en Estados Unidos también quedarían atrapadas al remitir sus ganancias. Una cláusula aparte grava con 3.5% el dinero enviado fuera del país por cualquier extranjero.
Se trata de un nuevo frente preocupante en la guerra comercial. Los aranceles del presidente Donald Trump han sido muy disruptivos, pero al menos la economía estadounidense no depende en gran medida del comercio, que, como porcentaje del PIB, es menos de la mitad del promedio del mundo rico.
No ocurre lo mismo con la inversión extranjera, de la que Estados Unidos depende excepcionalmente. Los extranjeros poseen activos estadounidenses por valor de 62 millones de millones de dólares (incluyendo derivados), en comparación con los tan solo 36 millones de millones de dólares que poseen los estadounidenses en el extranjero.
El saldo, con un -90% del PIB, representa con creces la "posición neta de inversión internacional" más baja de cualquier economía grande y rica. Un tercio de la deuda pública estadounidense, que asciende a 9 millones de millones de dólares, está en manos de extranjeros, señaló The Economist.
Los bonos del Tesoro probablemente estarán exentos de la Sección 899, pero aún no es seguro.
El proteccionismo de capitales también perjudicará al resto del mundo. Otros países podrían, en última instancia, crear sus propios acuerdos comerciales y conformarse con un acceso restringido al mercado de bienes estadounidense, que representa solo el 15% de la demanda final de importaciones.
La asignación de capital a nivel mundial se distorsionaría, haciendo que la economía mundial sea menos eficiente y, por lo tanto, más pobre, con el tiempo.
Los optimistas sostienen que la Sección 899 es una herramienta de negociación y que el impuesto sobre las remesas es pequeño, pero el problema con estos argumentos es que los nuevos impuestos tienden a expandirse con el tiempo, independientemente de su alcance y magnitud iniciales.
No hay un electorado en el Congreso que defienda los intereses de los extranjeros, y el fracaso de la legislatura para evitar los aranceles demuestra su reticencia a desafiar el proteccionismo autodestructivo del presidente.