Nélida Chavero Becerril | 28/05/2025 | 11:51
Mientras la inteligencia artificial redefine los entornos laborales a nivel global, sus efectos no se distribuyen de forma equitativa. En México, las mujeres enfrentan mayores riesgos de exclusión laboral, acentuados por una brecha digital persistente y políticas públicas insuficientes. Este fenómeno no solo amenaza con profundizar las desigualdades existentes, sino también con reforzar estereotipos y restringir las oportunidades para millones de mujeres en la economía digital. De no atenderse de inmediato, estaremos ante una nueva dimensión de desigualdad silenciosa en pleno siglo XXI.
Sin duda, el uso de la inteligencia artificial (IA) está reconfigurando el mercado laboral global a una velocidad sin precedentes. Si bien esta transformación promete aumentar la productividad y la eficiencia, también plantea desafíos significativos, particularmente en términos de equidad de género. Diversos estudios elaborados por organismos internacionales advierten que uno de cada cuatro empleos está potencialmente expuesto a esta tecnología, y que las mujeres enfrentan un riesgo tres veces mayor de ser reemplazadas por sistemas de IA que los hombres.
En México, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) señala que las mujeres representan el 45% de la fuerza laboral, pero se concentran en sectores con mayor riesgo de automatización. Esta ubicación en áreas de mayor vulnerabilidad incrementa la probabilidad de que pierdan sus empleos debido a la adopción acelerada de tecnologías inteligentes.
La brecha digital y el acceso desigual a la tecnología son factores adicionales que agravan esta situación. Según la UNESCO, el 63% de las mujeres que no utilizan internet en México señalan la falta de conocimientos como la principal barrera, lo que limita su capacidad para adquirir habilidades digitales y acceder a oportunidades laborales en sectores tecnológicos.Esta carencia perpetúa desigualdades estructurales y dificulta la inclusión femenina en la economía digital, colocándolas en franca desventaja frente a sus contrapartes masculinas en un mercado laboral cada vez más digitalizado.
Además, la IA no solo impacta el empleo de las mujeres, sino que también puede reforzar estereotipos de género. Algunos sistemas, como los asistentes virtuales, suelen diseñarse con características que reproducen roles tradicionales femeninos, perpetuando sesgos históricos que limitan las oportunidades de las mujeres para ocupar roles diversos, estratégicos y de liderazgo en el ámbito laboral.
Las desigualdades estructurales en el mercado laboral mexicano intensifican este efecto. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), alrededor de 10 millones de mujeres en México no cuentan con autonomía económica, dependiendo de ingresos de terceros como programas gubernamentales o remesas (IMCO, 2024). Esta dependencia reduce su capacidad para adaptarse a los cambios tecnológicos y acceder a nuevas oportunidades en sectores emergentes.
Asimismo, el país carece de políticas públicas efectivas que impulsen la inclusión digital y la capacitación en habilidades tecnológicas para las mujeres. Aunque existen iniciativas ambiciosas, como el Sistema Nacional de Cuidados, que busca reconocer y valorar el trabajo de cuidados no remunerado, todavía falta una estrategia integral que aborde de manera articulada las desigualdades de género en el contexto de la transformación digital.
La inteligencia artificial ofrece, sin duda, oportunidades para mejorar la productividad y la eficiencia en distintos sectores económicos. No obstante, para que estos beneficios se distribuyan de forma equitativa entre hombres y mujeres, es indispensable diseñar e implementar políticas públicas que promuevan la inclusión digital, fomenten la capacitación en habilidades tecnológicas y eliminen los estereotipos de género en el diseño y uso de sistemas de IA. Todo ello debe estar guiado por principios éticos, de respeto y protección de los derechos humanos.
Resulta imperativo establecer un diálogo abierto y sostenido entre el gobierno, el sector privado y la sociedad civil para desarrollar estrategias que garanticen no solo la participación de las mujeres en la economía digital, sino también que se beneficien de ella. Esto incluye la creación de programas de formación en habilidades digitales, el impulso a la participación femenina en áreas tecnológicas y la promoción de la equidad y justicia social como ejes rectores del desarrollo tecnológico en México.