Lunes 2 de Junio de 2025 | Aguascalientes.

Infodemia y Nomofobia: la paradoja de la hiperconexión en la era digital

Francisco Santiago | 20/05/2025 | 11:09

La humanidad nunca había tenido tanta información ni tantas opciones para obtener noticias. Con tan solo un segundo y un clic podemos acceder a datos de todo el mundo. La radio y la televisión fueron rápidamente superadas por Internet y las redes sociales, lo que diversificó y multiplicó exponencialmente la cantidad de contenidos disponibles en todos los idiomas y rincones del planeta.

Con la aparición de la libertad informativa, surgieron primero intentos de censura y luego de regulación. El término «infodemia» alude a la sobreabundancia de información, y se acuñó a partir de las palabras «información» y «epidemia».

La velocidad de la innovación es tan grande que no ha permitido a los reguladores generar normativas a la altura de las nuevas aplicaciones. Con un teléfono, todos nos convertimos en reporteros, usando la fotografía instantánea como una poderosa herramienta de comunicación inmediata.

Las cámaras de los teléfonos permiten registrar momentos importantes y compartirlos al instante. Sin embargo, el uso excesivo de la imagen plantea nuevos desafíos: la manipulación mediante filtros y la inteligencia artificial han generado un ecosistema comunicativo en el que las fotografías pueden distorsionarse o alterarse, perdiendo su autenticidad.

La fotografía tradicional requería tiempo, paciencia y dominio de la luz para captar el momento. Había que observar, buscar el ángulo correcto y seleccionar la lente adecuada. Aunque la fotografía instantánea en los teléfonos ha creado una nueva concepción del acto fotográfico, no ha reemplazado al artista. Los filtros y las aplicaciones permiten manipular la imagen según nuestro gusto, convirtiendo al sujeto en un autor que reconfigura la realidad al apropiarse de ella.

No solo la cámara multifuncional de los teléfonos transformó nuestra forma de vida: la posibilidad de reproducir video nos abrió las puertas del streaming, las videoconferencias y los noticieros en línea.

El teléfono se ha convertido en algo más que una herramienta: es un modo de vida que impacta nuestras relaciones cotidianas. En muchos eventos, lo importante ya no es disfrutar el momento, sino grabarlo y subirlo a las redes. «Estar» equivale a ser captado en una imagen o a capturarla y postearla; si no existes en el ciberespacio, tu presencia en la realidad parece desvanecerse.

El uso cotidiano del móvil ha generado un nuevo fenómeno psicológico: la ansiedad o angustia que sentimos cuando no estamos cerca de nuestro celular, se termina la batería o perdemos la cobertura. Este trastorno se conoce como «nomofobia». Refleja una transformación profunda en nuestra relación con la tecnología y en cómo esta moldea nuestra vida diaria.

El teléfono móvil dejó de ser simplemente una herramienta para convertirse en una extensión de nuestro ser, en un aditamento indispensable que condiciona nuestras reacciones y nuestro modo de estar en el mundo. Es el adminículo sin el cual, paradójicamente, sentimos que no podemos «ser». Nos conecta no solo con los demás, sino con nuestra propia identidad y nuestro sentido de pertenencia.

La nomofobia encapsula la paradoja de nuestra era: una liberación tecnológica que va ligada a un nuevo tipo de cautiverio. Ser incapaz de acceder al móvil provoca sensaciones de aislamiento y desconexión. Esto pone de relieve la urgencia de desarrollar estrategias para gestionar nuestra relación con la tecnología, buscando un equilibrio que permita disfrutar de sus beneficios sin caer en la dependencia. Como sociedad, debemos reflexionar sobre el impacto del uso excesivo del teléfono y trabajar en la construcción de una cultura en la que la conexión humana recupere su lugar primordial.

Con la infodemia y la nomofobia, vivimos en un mundo de fatiga informativa. ¿Quién dice la verdad? ¿Dónde puedo obtener información confiable y detallada?

Este latir incesante de la psique moderna por permanecer en línea ha modificado no solo la conducta individual, sino también la comunicación colectiva, contribuyendo a la polarización social. Somos capaces de ver la realidad únicamente desde nuestro propio ángulo.

Es necesario fomentar la alfabetización mediática para exigir transparencia a las plataformas digitales, aplicar autodisciplina en el uso de los dispositivos y promover comunidades críticas que dialoguen y verifiquen la información de manera colectiva. Solo así podremos rescatar el valor auténtico de los contenidos, transformar la omnipresencia del móvil en una herramienta que nos empodere y devolver a la conexión humana su primacía indiscutible.

Y, lo más importante, tomar conciencia de nuestra relación personal con el móvil y el exceso de información: darnos pausas, no saturarnos, cuestionar lo que consumimos y, de vez en cuando, desintoxicarnos y desconectarnos para disfrutar de la naturaleza, de un libro o de una conversación cara a cara.