Pues mis queridos panaderos —y no me refiero a los que hornean bolillo, sino a los que andan amasando candidaturas—, ya se siente el tufo festivo del Día del Maestro en el aire. Y no, no es por la canícula infernal que derrite hasta las conciencias, sino por esa calentura política que cada mayo revive la nostalgia del extinto Nueva Alianza (gracias a Dios y, con aplausos al cielo, cada que sale la luna).
Ah, el Día del Maestro… esa fecha tan especial para el priismo con memoria de dinosaurio y para los cuadros que aún se creen líderes morales del magisterio. Fecha que también nos recuerda, con dolor de encías, que a la silla número uno del Instituto de Educación del Estado jamás ha llegado un panista de cepa. Ni de raíz, ni injertado, ni en comisión.Ni uno. Nunca. Jamás. Porque al parecer, aunque gobiernen el estado, en Educación siguen rentando la casa a otras siglas.
Y eso que en la actual administración, la primera en agarrar ese timón fue nada menos que la siempre perseverante —y casi siempre perdedora— Lorena Martínez, que últimamente anda más activa de lo habitual. Lo cual ya es noticia. Todo por volver a captar la simpatía del electorado, aunque aún no nos regala la primicia de por cuál partido quiere perder esta vez. Porque sí, los movimientos ya huelen a eso.
Y aunque hay que decirlo: su paso por el Instituto no fue del todo desastroso —vamos, hay que dar crédito donde se puede—, nos dejó como recuerdo al heredero incómodo, un personaje de larga vida institucional pero sin demasiadas luces encendidas. Eso sí, rodeado de grillos y aduladores, como buen clásico del magisterio local. Manejar el IEA es sencillo, dicen: sólo hay que agarrar el timón con fuerza, sumar dos o tres aliados políticos (de esos que abundan en cualquier sala de maestros) y ya estás navegando. Aunque nadie sepa exactamente hacia dónde.
Y, como decía, lo realmente curioso es que nunca ha llegado alguien realmente cercano al panismo a esa oficina. Lo más parecido fue el maestro Pérez Chica, quien además tuvo la fortuna de convertirse en diputado local en tiempos de MOS. Por eso, algunos panistas ya andan afilando dientes... y sobre todo discursos, soñando con que en la próxima administración, esa que se perfila como el cierre de varios capítulos partidistas, por fin les llegue su turno.
Dicen que se abrirá la puerta a la sociedad civil, a nuevos cuadros del magisterio... o con un milagro, a un panista de verdad. Eso sí, esperemos que detrás de esa decisión no vuelva a estar el actual secretario del gobierno municipal, que ya cargó con la responsabilidad —o regalo celestial— de colocar a su allegado como director general del Instituto. Una jugada que se logró por su cercanía con la manda más del estado, pero que también dejó cicatrices en la memoria pública. Sobre todo porque él también carga con la mística caja del Congreso, esa que nadie quiere abrir pero todos recuerdan.
Y hablando de panaderos con estrella (o al menos con suerte), nos encontramos con un personaje muy particular: el inconfundible José Juan, quien ha hecho de la política un arte de resistencia y permanencia. Exalcalde, actual jefe de gabinete y posiblemente futuro candidato a lo que se pueda, ha demostrado que, en este estado, lo importante no es correr... sino saber dónde sentarse.
Tiene fama de estar siempre en el lugar correcto, aunque el qué hace ahí siga siendo tema de debate. Lo que sí es cierto es que su prima, otra celebridad institucional, también sabe acomodar muy bien las piezas. Dicen que con sólo un gesto puede decidir quién entra a la nómina, a qué puesto, y con cuánto. Una especie de recurso humano versión "Game of Thrones", pero en versión Aguascalientes.
Este par ha entendido que la política también se trata de saberse mover, aunque sea poquito. Y aunque muchos le cuestionan a José Juan su productividad, hay que reconocerle que tiene una habilidad innata para estar presente sin hacer mucho ruido, como los cuadros que decoran las oficinas importantes. A veces parece que vive bajo la premisa de que el servicio público es una especie de renta vitalicia. Y en eso, también hay talento.
Ahora, lo que levanta cejas es su posible aspiración a la alcaldía. Porque, según él, "ya le toca". Como si las candidaturas fueran como los boletos para el cine: turno tras turno. Pero esto no es fila de tortillas, y en política, aunque a veces parezca lo contrario, todavía se espera un poquito de mérito.
Eso sí, le quedan recuerdos importantes:claro, su rol en la campaña de la actual gobernadora es otro de esos puntos que él guarda como medalla al mérito. Aunque quienes estuvieron cerca dicen que coordinó más con la mirada que con las manos. Todo esto, bajo la supervisión del ultimo fantastico, quien fue el verdadero titiritero detrás de muchas jugadas.Aunque ahora lo niegue con más entusiasmo que un actor en rueda de prensa.
En resumen, es un panista con constancia, presencia... y ahora, con un nuevo atributo: una confianza que raya en la soberbia, según comentan algunos en voz bajita.
Hasta aquí subió la roca…
(Veremos quién la deja caer de nuevo... o quién se queda sentado sobre ella, sin mover un solo músculo).