Sábado 31 de Mayo de 2025 | Aguascalientes.

León XIV, entre tradición, modernidad y los nuevos bárbaros

Ricardo Heredia Duarte | 12/05/2025 | 11:18

La rápida elección del sucesor de Pedro, tras la muerte del Papa Francisco, sorprendió no tanto por la velocidad del cónclave como por la persona elegida. El proceso duró aproximadamente 25 horas: comenzó a las 16:30 horas del 7 de mayo y concluyó a las 17:55 del 8 de mayo, cuando en la cuarta votación, los 133 cardenales electores eligieron al cardenal Robert Francis Prevost como el Papa número 267, quien adoptó el nombre de León XIV. Fue un cónclave relativamente breve, comparable a los de 2005 y 2013, que también se resolvieron en dos días. Esto revela, quizá, cierta alineación política y práctica al interior del Colegio Cardenalicio —integrado por aquellos menores de 80 años— en la toma de decisiones.

Desde nuestra modesta y provinciana opinión —de esos chamanes de rancho, como diría algún cacique político de antaño— consideramos que, pese a los escándalos de diversa índole que en años recientes han sacudido a la Iglesia Católica, el Papa Francisco supo conducir con tino y prudencia a esta milenaria institución. Fundada, según su tradición, por Jesucristo en el siglo I, con San Pedro como su primer Papa (Mateo 16:18: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”), la Iglesia se consolidó con el paso de los siglos a través de concilios y de la tradición apostólica.

Hoy, en esta contradictoria modernidad —donde todas las instituciones creadas por el hombre parecen hallarse en permanente predicamento, bajo sospecha o juicio— la Iglesia Católica no ha sido la excepción. Frente a la agenda 2030, el globalismo y las ideologías extremas de género —o woke, como les llaman los anglosajones— que han hecho crujir los cimientos del llamado “contrato social”, Francisco supo oxigenar, aunque algunos dirán que solo de forma cosmética, la estructura eclesial. La apertura a una mayor participación de mujeres y laicos, considerada por ciertos sectores como un riesgo para los dogmas fundacionales, fue, a mi juicio, un acto necesario de aggiornamento.

El perfil del nuevo Papa León XIV merece especial atención. Robert Francis Prevost, nacido en Chicago en 1955, se convierte en el primer Papa estadounidense de la historia. Con ciudadanía peruana, fruto de su prolongada labor misionera en Perú —donde fue obispo de Chiclayo— Prevost, de 69 años, pertenece a la Orden de San Agustín y es reconocido por su defensa de la justicia social, la atención a los pobres y su vasta experiencia en derecho canónico. En su primer mensaje enfatizó la importancia de la paz, el diálogo y la vocación misionera de la Iglesia.

A primera vista, su perfil parece conciliador, pero firme en sus ideas. Podría, si la Providencia lo permite, conducir a esta institución —que sigue profesada por aproximadamente el 18% de la población mundial— a buen puerto en estos tiempos convulsos. Vivimos bajo la sombra de personajes como Trump, Putin y otros transformadores que disfrazan su conservadurismo de modernidad, en un escenario donde el multilateralismo agoniza asediado por extremismos. Se diría, evocando la historia, que asistimos al retorno de los nuevos bárbaros, no ya provenientes de los antiguos bosques germanos, sino encarnados en discursos radicales, populismos mesiánicos y cruzadas ideológicas que amenazan con dinamitar los fundamentos de la civilización occidental tal como la conocemos.

Prevost, antes de llegar a la silla de Pedro, recorrió al menos 90 países como prior general de su orden, experiencia que sin duda le permitió comprender las diversas realidades de los católicos alrededor del mundo. Un hombre formado en el auge del american way of life posterior a la Segunda Guerra Mundial —esa pax norteamericana que, para bien o para mal, dotó de estabilidad al orden moderno— puede tener una perspectiva particular de los desafíos contemporáneos.

Oremos, pues, porque este nuevo líder espiritual, seguido por 1,406 millones de católicos, encuentre la sabiduría y el temple necesarios para enfrentar a los extremismos y a los nuevos bárbaros que pretenden devolvernos a una oscura Edad Media, intelectual y democrática. Que sus andanzas a caballo por las tierras chiclayanas le hayan otorgado el carácter requerido para tomar las riendas de la fe y de esa peculiar geopolítica vaticana que, desde un minúsculo Estado, sigue influyendo en las grandes decisiones del orbe.

"La verdad es como un león; no necesitas defenderla. Déjala libre, y se defenderá sola."

San Agustín