Lunes 2 de Junio de 2025 | Aguascalientes.

La sensibilidad en tiempos de automatización emocional

Dr. Mauricio López | 10/05/2025 | 13:18

¿Sensible o domesticado?
 
Por Dr. José Mauricio López López – Psicólogo clínico, psicoterapeuta,y ensayista.
 
Vivimos en una era donde la sensibilidad parece haber mutado. Ya no es esa disposición ética que nos conecta con el sufrimiento del otro, sino un estado hiperreactivo y muchas veces autorreferencial. SlavojŽižek diría que nos duele todo… menos la injusticia estructural. Pero aquí queremos ir más allá: ¿qué tipo de sensibilidad se cultiva hoy? ¿Es una expresión de resiliencia individual o el síntoma de una sensibilidad social perdida?
 
La filósofa SvenjaFlaßpöhler, en Sensible. OvertheSensibility in thePresent, advierte sobre esta paradoja: en nombre del cuidado y la conciencia emocional, estamos produciendo individuos cada vez más frágiles y menos capaces de lidiar con el conflicto. La resiliencia, ese concepto tan aplaudido en discursos de autoayuda y coaching institucional, ha dejado de ser resistencia para convertirse en adaptación silenciosa. ¿No es acaso esta “resiliencia automatizada” una forma de domesticación emocional?
 
Entre Judith Butler y Andreas Reckwitz se extiende el debate: mientras Butler apela al cuerpo doliente como lugar de resistencia y performatividad política, Reckwitz nos habla de la clase creativa y del yo sensible como capital cultural. El problema, advierte, es que esta sensibilidad se convierte en estilo de vida, en gestión emocional más que en conciencia ética. Se automatiza: sentimos lo que el algoritmo, el entorno institucional o la tendencia emocional del momento nos permite sentir.
 
En este contexto, el populismo encuentra terreno fértil. Como en un teatro de espejos, el líder populista no propone, dramatiza; no transforma, conmueve. Recurre a la sensibilidad colectiva para activar pasiones, temores, resentimientos. Ya no necesita ejercer violencia directa: basta con amplificar la violencia interiorizada —esa que se nutre de culpas, frustraciones y heridas simbólicas— para controlar el cuerpo social.
 
Norbert Elias, en El proceso de la civilización, ya intuía esta transformación: la violencia visible del castigo se traslada a la interiorización del control. El súper yo moderno se convierte en guardián emocional que vigila nuestros impulsos, sentimientos, incluso nuestras lágrimas.
 
Y así, la sensibilidad, en lugar de ser acto de comunión, se vuelve protocolo de corrección emocional. El otro ya no es un tú que interpela, sino un trigger que activa mis alertas internas.
 
¿No será hora, entonces, de reapropiarnos de una sensibilidad social que no tema al conflicto ni a la vulnerabilidad compartida? Una sensibilidad que no evite el dolor, sino que lo trascienda en comunidad, que no se rinda al espectáculo de las emociones, sino que lo desafíe con ética, cuerpo y palabra.
 
“Que la sensibilidad no sea un algoritmo de consuelo, sino una herida abierta que nos recuerde que aún somos capaces de sentir por el otro, no desde el yo lastimado, sino desde la dignidad compartida.”