Durante el Congreso Nacional de Morena, Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica y uno de los referentes intelectuales de la 4T, lanzó una frase que encendió alarmas: "cada vez que tengo que poner mis pagos de Hacienda, el hígado se me retuerce cuando pienso que hay... empresarios que se niegan a hacer su cobro (sic) obligatorio, que transan a la nación mientras que los ciudadanos cumplimos rigurosamente. yo me pregunto ¿por qué el partido, no está discutiendo medidas como la nacionalización, por razones de salud nacional, de canal 13 de televisión?, no es que lo proponga es que tenemos conversar...". En sus palabras, la empresa propiedad de Ricardo Salinas Pliego debería dejar de estar en manos privadas debido a presunto incumplimiento fiscal.
No es una propuesta oficial, pero tampoco es una ocurrencia suelta. Paco Ignacio Taibo II no es cualquier funcionario: además de ser director del Fondo de Cultura Económica, es considerado uno de los ideólogos más visibles de la llamada Cuarta Transformación. Y este no es el primer pronunciamiento de una figura de alto perfil de aquel movimiento en torno a la posible expropiación de bienes privados (recordemos el intento de extorsión que protagonizó gobernador de Puebla Alejandro Armenta, hace apenas algunas semanas). Cuando una figura con cargo público y de alto perfil propone expropiar una empresa privada en nombre de un concepto tan ambiguo como la "salud nacional", el problema no es semántico, es político y jurídico.
En teoría política y en derecho constitucional, no existe una definición formal ni un principio operativo llamado "salud nacional". La expresión carece de anclaje normativo y su ambigüedad la hace vulnerable a interpretaciones discrecionales. Aunque ha aparecido ocasionalmente y en otros contextos en discursos de Estado, no forma parte del lenguaje técnico con el que se justifican legalmente medidas de la naturaleza que propone el historiador. Precisamente por su vaguedad, el uso de términos como éste en la esfera pública debe analizarse con cautela, pues pueden abrir la puerta a formas de arbitrariedad en nombre de intereses supuestamente colectivos.
Pero aún más preocupante es el argumento emocional que acompañó la propuesta. Éste consistió en señalar que mientras los ciudadanos cumplen puntualmente con sus obligaciones fiscales, ciertos empresarios, como el propietario de TV Azteca, estarían evadiendo dicho cumplimiento. La alusión es clara: se refiere al litigio fiscal que Ricardo Salinas Pliego mantiene contra el SAT, un proceso legal aún pendiente de resolución ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Una sentencia favorable a Salinas Pliego implicaría que el acto de autoridad fiscal carecía de fundamento legal suficiente o que resultaba desproporcionado. En caso contrario, de confirmarse la validez del crédito fiscal, corresponderá su ejecución conforme a los mecanismos previstos en la legislación tributaria.
Pero mientras el litigio no sea resuelto por las vías legales correspondientes, plantear la posibilidad de expropiar bienes privados con base únicamente en una disputa fiscal en curso, constituye un precedente profundamente riesgoso. ¿Habría que aplicar el mismo criterio a pequeños empresarios que enfrentan litigios con Hacienda? ¿A los productores agrícolas, profesionistas, comerciantes? ¿O la amenaza de expropiación se reserva únicamente para quienes resultan incómodos al poder político?
Más allá del debate sobre la propiedad privada, lo verdaderamente preocupante es el carácter autoritario que subyace en la propuesta de Taibo II. Plantear la expropiación de una empresa privada sin sentencia judicial firme, ni fundamento legal claro refleja una visión del poder donde la ideología se impone por encima de la legalidad. Este tipo de posicionamientos evocan modelos donde la voluntad del partido sustituye al Estado de derecho, como ocurrió en laURSS, Yugoslavia,Cuba, Venezuela etc. donde la moral partidaria acabó por suplantar las garantías constitucionales. Lo sorprendente es que tales medidas ya fueron aplicadas, discutidas y fracasadas... en el siglo pasado. Ideas ancladas en un contexto histórico superado que, lejos de responder a los retos de la izquierda en el siglo XXI, reciclan esquemas autoritarios que demostraron su ineficacia décadas atrás.
Resulta irónico que sea un referente de la izquierda como Paco Ignacio Taibo II quien acabe dándole la razón al neoliberal Ernesto Zedillo quien hace algunos días advirtió que México transita peligrosamente de una democracia a una tiranía. En su afán por radicalizar el discurso, Taibo II termina confirmando esa preocupación.