Pues nada, que contra todo pronóstico —y contra los achaques de la tercera edad rockera— Scorpions sí se presentó en la feria. Y vaya espectáculo: Klaus Meine, con más años encima que la cantina El Veneno, se paró en el escenario con sus lentes oscuros, su pañuelito de cuero y esa voz que, aunque ya no alcanza las notas de antes, sigue provocando más nostalgia que los boleros en la radio AM.
Y ahí estábamos todos, los de a pie, los colados, los influencers de ocasión y los grillos disfrazados de “ciudadanos responsables”, coreando “Wind of Change”, esa canción que hablaba de cambios, de libertad, de cosas nuevas… en una feria donde, seamos sinceros, lo único que cambia cada año son los precios de las micheladas y la zona VIP que cada vez está más cara y más lejos de los mortales.
El asunto es que este año el viento de cambio sí sopló, pero más bien como ventisca de ventilador de tres aspas en cuarto cerrado. Porque mientras la banda cantaba de muros que caen y nuevas eras, aquí seguimos poniendo vallas, retenes, QR defectuosos y reglamentos nuevos que más bien parecen escritos en una servilleta a las tres de la mañana.
Por ejemplo, este año estrenamos el veto oficial a los corridos polémicos. ¡Bravo! Porque todos sabemos que la clave de la buena convivencia no está en tener baños limpios, accesos ordenados o boletos que sí sirvan, no señor… está en prohibir canciones. Como si una rola fuera capaz de descomponer una feria que ya se descompone solita desde el segundo fin de semana.
Y mientras el foro se llenaba de almas que cantaban en inglés fonético (porque seamos honestos, nadie se sabe completa “Wind of Change”, nomás fingimos mover los labios), las filas afuera seguían más largas que la lista de propósitos de año nuevo que nadie cumple. Eso sí, los filtros de seguridad, más intensos que la tía criticona en Navidad. Y las vallas, colocadas de tal forma que uno no sabe si es fila para entrar al foro, al Palenque o al sorteo de una licuadora en Chedraui.
Eso sí, los grillos locales felices. Porque aquí la grilla se cocina con el mismo recetario de siempre: escándalo artificial, reglamento nuevo, frase dominguera de “es por el bien de las familias” y selfie con sombrero ajeno. Y claro, mientras todos hablan de las canciones prohibidas y de los QR rebeldes, nadie pregunta por los verdaderos temas importantes...
Y así, entre rock geriátrico, censura de ocasión y cerveza tibia, la Feria de San Marcos 2025 sigue cumpliendo su papel histórico: ser el evento donde todo parece cambiar, pero en realidad todo sigue igual. Y eso, amigos míos, es nuestro verdadero viento de cambio: una ligera corriente que al final sólo sirve para apagar la vela de la mesa.
“Take me to the magic of the moment / On a glory night…” decía Klaus. Que alguien le explique que aquí las noches de gloria las dan las licitaciones amañadas.
Desde el Lunar Azul… esperando que el próximo año, al menos, los QR sí sirvan.
Hasta aquí subió la roca…